jueves, 1 de noviembre de 2012

Alicia se levantó

Alicia se levantó, una con el alba. Con la ligereza de una madre cansada se preparó un café furtivo, sin ruido de cafetera, tazas o cucharitas: hubiera podido ser la esposa perfecta para Oliverio,  con la manera que tenía de volar por las mañanas entre la cocina, la ducha, el ropero y la sala, sin perturbar el sueño de la pequeña Lola desparramada en la cama. Alicia se maquillaba con excesivo cuidado, tratando de distraer la mente del evento que la esperaba hoy. Casi pegada al espejo miraba, al delinearlo, los detalles de su ojo derecho, la pupila azul, las salpicaduras coloreadas del iris (bien podría haberse tratado de una galaxia en miniatura, pensó). Terminada la línea negra y las cavilaciones siderales, se incorporó a contemplar el resultado –y el resultado fue el codo a la taza, el estruendo de la taza al piso, el piso sucio de café y porcelana rota y el llanto de Lola. Bravo, Alicia, bravo, pensó, debatiendo se entre el desastre del piso y el desastre de la niña despierta antes de su hora.

Eventualmente se decidió por Lola y su avena en la sillita alta, Lola y sus canturreos de pajarito sin lenguaje. Luego se apuró a limpiar el piso; estos minutos no estaban incluidos en la rutina diaria y hoy, precisamente hoy, necesitaba llegar a tiempo.

Mientras repetían sus gestos, del otro lado del reflejo,  las ideas, los sueños, la intuición, los deja vu, los fantasmas de Alicia contemplaban a Alicia, su preocupación por parecer descansada cuando en realidad estaba exhausta de los años de hacer maromas entre trabajo, universidad, marido –cuando lo tenía– y ahora la pequeña Lola. Alicia encendió el cigarrillo con el fervor de una oración, como si con el humo se desvanecerían unos cuantos problemas de mas. Todavía le tocaba llevar a Lola a la guardería, evadir el tráfico (ya era tarde), hacer su presentación y, de salir viva, hacer las compras de la semana. En su gesto de fumar había culpa, ¿Por que siempre tan culpable, Alicia? –preguntaba el reflejo sin voz. De algo habrá que morirse, pensaba Alicia cada vez, ya sé, fumar no es bueno, la salud y bla bla bla, pero al diablo –se decía poniendo el cigarrillo en el cenicero, dando ahora los últimos toques al cabello.

Lolita gruñó un poco en su sillita (era su manera infantil e irresistible de avisarle a mamá que hacía falta a su lado) y Alicia se dio un último vistazo antes de atender al llamado, tropezando con su mano el cigarrillo que al caer en el vestido de poliéster causó un incendio alrededor de su cuerpo. A pesar del inminente pánico, el reflejo devolvía una imagen serena. No tomará mucho tiempo Alicia, antes de que cruces el espejo.

lunes, 29 de octubre de 2012

De cartas, aviones y barcos

Hace casi un mes desde que por fin tocamos puerto.

La vida todavía esta en división, algunas piezas por aquí y por allá,  cajas y maletas, holas y adioses, cerrar y abrir, despedidas y bienvenidas, el final y el comienzo. Tendría que haber empacado los Cuatro Cuartetos en mi equipaje.

Pero no, los libros son una terrible metáfora cuando hay que mudar la vida y cambiar de país.

Como mis palabras están enjauladas me he dedicado a la domesticación y mi blog ha estado así, calladito en el rincón al lado del libro de turno (que en este caso resulta ser de Virginia Woolf). Hasta hoy. Ahora que ya el ancla esta echada como quien dice,  es hora de ir rompiendo el silencio: a barrer los pedacitos debajo de la alfombra y a seguir escribiendo (y cuando llegue el computador habrá que editar este post para añadir las fotos y los links de rigor, el iPad me esta comiendo el coco de momento pero me moría por escribir y dar noticias!)

Antes de salir de Australia tuve dos alegrías inmensas que me hicieron sonreír en días de absoluta locura.

Fanny del blog fannyharms me escribió una carta lindisima, llena de colores y detalles por todas las esquinas. Fue muy divertido abrirla (me sentí como si estaba desenvolviendo un 
regalo) y fue muy grato leerla y verla.

A los pocos días me sorprendió un paquete muy especial de Lidia del blog cafesensolitarios con detalles preciosos para mi niña Maya y para mi, hechos a mano y se nota que con mucho cariño.

Que alegría que las cartas no pesan en las maletas! Las dos las tengo conmigo y releerlas hoy me ha hecho despertar del letargo de la mudanza. Si, internet es muy lento acá, no tengo mi computador aun... Pero siempre hay excusas y siempre hay maneras también. Así que escribo de nuevo. Que las palabras también hagan de la mía su casa.

Les escribo pronto a ambas.

De momento estaré publicando posts de vez en cuando a medida que internet y la falta de computador lo permitan pero pasaran algunas semanas antes de que pueda visitar a blogs amigos. Se les quiere, se les extraña y se les agradece mucho las visitas y comentarios. Besitos desde Palau.

martes, 11 de septiembre de 2012

Ssshhh


Pasa. Los amigos dejan notas, unas semanas a Francia (a veces no, a veces la muerte se aparece en verano). La vida sigue en todas las orillas, con sus archivos, sus noticias y sus fotografías, sus diarios hechos ceniza.

Pasa, hay tiendas abiertas los domingos de febrero ante los pasos indolentes del vagabundo. Las niñas buenas hacen el amor, dicen una mentira blanca, se hacen la señal de la cruz y mañana será otro día.

Pasa. Se piensa en el perro flaco, los muebles repujados, de cuero, oscuros, dormidos. Las paredes desnudas tienen su quejido personal, reclaman como la criatura hambrienta buscando a ciegas el pecho tibio. No hay libros a la mano, hasta los poemas se han escondido de esta locura.

Pasa, el recuerdo ligero de la maleta rasgada, una semana tarde en el hangar abierto. Pasan las rosas alemanas, los vuelos perdidos, la plaza en medio del mar, España, las tardes sin escribir, el vientre concebido.

Pasa. Este silencio. Esta espera. Estas paredes. Estas ganas. Este miedo. Esta voz pequeña halándome las faldas. Esta vigilia. Este día y esta noche. Otra vez lo digo. Este silencio.

jueves, 30 de agosto de 2012

Oriana



Cada cierto tiempo el recuerdo de Oriana me ha tocado el hombro levemente. Alguna vez incluso llegué a pensar románticamente que no teniendo hija, mi hija tenía ya un nombre.

Debía tener unos diez o doce años la primera noche que me enteré de esta película, que estaban pasando en la tele. No bien apareció Oriana tocando el piano, mis padres me mandaron a dormir. Muy tarde pues, porque aunque yo no sabía de Chopin, el agua de aquella música ya había partido la piedra.

Hoy me encontré con la grata sorpresa de que la película está disponible en Youtube.

Doris Wells está deliciosa con su paz sobrehumana bajo la luz sepia. La casa colonial me llevó al campo, a las casas vecinas de mi abuela en San Juan, con sus hamacas, sus helechos y mis suspiros por volverme su dueña un día. Me vi a los doce años, en el patio, imaginándome ser María Eugenia Alonso confinada en San Nicolás. El vestuario, el blanco impráctico de María a todas horas me recordó a las niñitas de Piedra Azul. La música me llevó a aquella noche de sueño temprano. 

Bien, esta noche sí me entero de qué va el cuento.

A Teresa de la Parra le hubiera gustado esta película. Me parece que como Ifigenia, se trata de lo que no se dice —y el lirismo de lo que sí se dice—.

He conseguido infinitas reseñas, no voy a añadirle más laureles a una película que ya los tiene.

Me he conseguido también que la película está basada en el cuento “Oriane, tía Oriane” de la colombiana Marvel Moreno y que es una absoluta delicia de leer. Este es uno de los poquísimos casos en los que la película es no solamente fiel al texto sino tan o más hermosa que el texto. Habría que leer a esta escritora, hay decenas de tesis sobre su discurso. ¡Ya estoy muy curiosa!

Hacía tiempo que no me conmovía. Aquí dejo el cuento:


Oriane, Tía Oriane


A María la asombró la casa de tía Oriane, pero sólo empezó a inquietarla cuando escuchó los primeros ruidos. Era una casa grande y silenciosa rodeada de un jardín sembrado de acacias. A lo largo de los corredores se alineaban salones y dormitorios cerrados desde hacía muchos años, con muebles que dormían sobre figuras de polvo y jirones de telarañas. Sin saber por qué, María se sentía tentada a caminar en puntillas. Por todas partes había retratos y espejos. Había gobelinos y alfombras de arabescos repetidos sin fin, y una ventana con vidrios de colores parecida al vitral de una iglesia. María no recordaba haber estado alguna vez allí ni haber visto antes a su tía. Sabía que una vez al año, la víspera de San Juan, su abuela viajaba a visitarla. Sabía que esas visitas no eran del agrado de su abuelo. Y sospe­chaba que de haberse encontrado en vida su abuelo cuando llegó la carta de tía Oriane invitándola a pasar con ella las vacaciones de julio, nunca habría venido. Sin embargo a María le había gustado tía Oriane. Desde el primer día. Tenía un aire tranquilo y unos ojos pálidos que la miraban con indulgente nostalgia. Siempre parecía contenta de verla. Siempre sonreía cuando ella entraba a la habitación donde pasaba las tardes dibujando figuri­tas junto a una ventana que daba al mar.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Irónico

pasarme esta tarde de casi septiembre mirando a la ventana, abriendo cajas viejísimas para acomodar amorosamente todos estos libros que no son míos, estando los míos tan solos.

La dueña está en Inglaterra; se fue con una o dos maletas y los habrá dejado acá, que el peso, que el tiempo, que el regreso... pero no es verdad, las raíces de los libros siempre pesan tanto que jamás se dejan arrancar.

Pienso en mis propios libros, en casa, en mamá como una leona protegiendo lo que le queda de la hija ausente.

En esta otra orilla y luego del luto debido, he comenzado otra biblioteca (en otra lengua de la que con toda honestidad no hallo el fuete).

Ah... y ya mis libros van otra vez a una caja.

Allá va Julio con Aldous, acá viene Teresa con Charles (¡y qué mal así juntos!) y por aquí está ese libro simpático de Eliot que no me he leído a propósito de los gatos...

¿Cuándo los veré otra vez?

Digo los libros, no los gatos.

Ah, el horror de la memoria, el susurro de la nostalgia.

jueves, 16 de agosto de 2012

La pluma púrpura


es algo así como las ganas de un poema, como ese verso indeciso que corona no se sabe qué y por alguna razón se queda latiendo en el borde de las cosas, sin terminar de caer. Hoy que buscaba notas en el cuaderno, me la encontré pasando la hoja… ¡y claro…! ¡si las plumas púrpura son las del Ave Fénix…!


Ahí estaba Marina con su grandísimo libro de mitología griega predicándonos, niñitas ignorantes, por qué nuestra élite de guías y subguías (¡así que esto es lo que hacían en sus reuniones de girl scouts!) necesitaba un nombre immortal y un banderín púrpura. 


En general Marina me parecía temible con su manera de azuzar el animal de la competencia que todas tan Lolitas llevábamos en potencia, y ahora me parecía todo un misterio penetrar el círculo, entrar en su casa y percibir el olor a alguna cosa tibia en la cocina, fijarme en el perchero lleno de sombreros y ropa abrigada que nadie se ponía, ni siquiera en San Antonio.


No parecía tan dictatorial ahora que leía en voz alta y hablaba de llamados de patrulla (todas susurrábamos en canto lo que se suponía íbamos a gritar después para traer a nuestras súbditas a la formación) y nos contaba de su propio campamento no hacía muchos años, de cómo había regresado sin garganta, sin uñas, sin fragancia a champú de manzana; de cómo se había divertido con los juegos, de cómo había hecho algunas trampas…


Y ahora resulta que Marina estaba llena de libros; de repente se convertía en una especie de híbrido ilógico entre la todavía vaga adolescente de uñas sucias que nos gritaba entre la tierra y la estudiante de Artes que abría el libro para iniciarnos en semejante pájaro y sus cenizas.


No recuerdo la última ni la primera vez que la vi (siempre tan importantes para la memoria). La recuerdo más bien casualmente, riéndose de mi ceguera en aquel hato de San Sebastián porque llegó arrastrándose a espiarnos entre el monte y yo, teniéndola en mis narices, no la descubrí. La recuerdo siempre enojada, siempre regañándonos y hoy día me pregunto si se habrá casado con algún novio arquitecto o tal vez comunicador social; si se habrá cortado el pelo; si será la curadora en algún museo, si se imaginará que esta tarde me la encontré en la pluma púrpura de su Ave Fénix…

lunes, 13 de agosto de 2012

los cristales lloran

los cristales lloran
otras latitudes, otro tiempo
el agua afuera

canto continuo cayendo

la hora entra en la casa
golpeando tejas monte trastes

piedra sin peso ni piso

hoy

entre los salones
sus sillas vacías y balcones

hay

crujidos breves
una que otra flor en desorden

un suspiro vago
incontable
serpenteando en el silencio

lunes, 6 de agosto de 2012

El Elefante Desaparece, Haruki Murakami


Durante todo el libro tuve la impresión de que hacia el final los personajes de cada cuento se iban a encontrar juntos en alguna escena en la ciudad: un incendio, un desfile de circo, qué sé yo. Hay algo deliciosamente tejido, algo que flota, no se dice y sin embargo está presente de principio a fin. A pesar de lo diferente de cada cuento, el tema común es la ciudad, la soledad, el microcosmos que cada quien experimenta en su pequeña parcela de concreto.

Algunos cuentos obviamente me gustaron más que otros, siendo Sleep* mi favorito (tal vez porque soy mujer, madre, duermo poco  y me gusta leer mucho). El final es crudo, muy crudo y me dio escalofrío nada más imaginarlo. Burning Barns* también me gustó por el juego mental y por la frase “extraña la desigualdad de esta oscuridad”. Punzante.

Sin embargo no mentiré. Fueron en realidad los únicos cuentos que me gustaron de la serie de diecisiete en El Elefante Desaparece. Me demoré un mundo en leer el libro porque me faltaba inspiración para seguir. Puedo lidiar con formas de escribir experimentales, pero necesito que me dejen algo: sea el lirismo, alguna reflexión, la confusión de un final contundente, la sorpresa de la novedad, un déjà vu con que identificarme, algo... y quince veces me quedé con las manos vacías. Ciertas “tramas” (me queda la duda pues en un par de casos me pregunté si había una) se me hicieron absolutamente triviales, aburridas o abiertamente rebuscadas, sin ningún sentido, significado o simbolismo —lo siento por los que aprecian a este autor, es sólo mi opinión personal—. Cuestión de gusto. Lo intenté. Me rindo. Murakami no es en realidad mi taza de té; con el elefante desapareció también mi deseo de leer a este escritor.

*Me perdonan que los cite en inglés pues fue la versión que leí. Intenté conseguir los nombres de estos cuentos en español pero no los encontré. No me arriesgué con la traducción literal porque a veces les cambian los títulos a los libros y cuentos de un idioma al otro. 

domingo, 5 de agosto de 2012

cómo se atreven

a exigirme zapatos
cabello domesticado
faldas en order con la ley

de profesión les digo
levanto polvo y cenizas

al diablo los espejos

que mis risas vayan al mundo
que sean amables con su pudor 

de cuerpo y alma

sábado, 4 de agosto de 2012

la maldición de minerva



La semana pasada vi en ABC “Big Ideas” y en esta ocasión un grupo de figuras públicas debatía sobre devolver al Partenón los frisos que se encuentran en el Museo Británico.

El grupo en contra alega que los mármoles fueron adquiridos legalmente —aun cuando la compra fue hecha mientras Grecia estaba ocupada por los Otomanes— y tan es así que los griegos jamás han acudido a un tribunal internacional a reclamar lo que les pertenece.

Establecida la legalidad y el hecho de que los mármoles le pertenecen al Museo Británico, el discurso se dirigió a los “ciudadanos universales” para preservar en Inglaterra una exhibición que es mejor apreciada “en un contexto comparativo de todas las culturas del mundo”. Lo más punzante de este discurso para mí fue la pregunta de Tristan Hunt. Si el Museo Británico devuelve los frisos a Grecia, entonces también tendría que devolver la colección egipcia y la etíope… y el Louvre tendría que devolver su Venus de Milo y el Hermitage su colección y el Museo Griego tendría que devolver sus Delacroix y Picassos…

Eso me dejó pensando un poco.

Sin embargo hay un pequeño detalle omitido en estas comparaciones. Los frisos pertenecen al edificio, son parte de un todo. Alguien en el público lo comparó a tener la cabeza del David en un museo y el cuerpo en otro. Ese punto quedó así fuera de toda discusión. Luego se comparó la compra de los frisos a Estados Unidos comprando obras de arte holandesas mientras Holanda estaba ocupada por los Nazis.

Stephen Fry mencionó a Lord Byron, su Maldición de Minerva y cuán orgulloso estaría de ver los frisos devueltos (curiosamente Lord Byron estaba en el barco en el que los mármoles viajaron de Grecia a Inglaterra). Fry también sugirió ideas para reemplazar la exhibición y quiso apelar “a lo mejor del pueblo inglés” pues sería un honor histórico retornar los mármoles a Grecia, cuna de nuestra cultura, filosofía, lógica, astronomía y demás: la cultura occidental no tiene cómo pagar a Grecia lo que se le debe. 

martes, 24 de julio de 2012

la gracia

de las sombras de los hombres
oculta entre la sombra más grande
de los árboles
de los bombillos colgando solos
de aquel traste que nadie usa
se instala en el silencio.

será cuestión de la noche
o mi torpeza para andar en ella
las flores convertidas en memoria:
amarillo, rojo, blanco, rosa
así
en este miedo
parecen más bien un asunto obsceno.

camino hacia el mar
guiándome por su canto y su aliento
Uno
Unico
Indivisible
el mar como dios
también tiene su cementerio

una cerca blanca
sus muertos callados
sus esfinges calladas

y regreso.

domingo, 22 de julio de 2012

Rosita detestaba a Amílcar

por necio y tenía que vivir con la desgracia de pasar casi todos los días frente a su casa, en el camino del mandado. Si pasaba por ahí por una semana, dos veces cada día (una de ida y la otra de vuelta), entonces catorce veces el muchacho se subía al palo de mamón y desde allí cantaba:

Rosa, Rosa
tan maravillosa
tu amor me condena
a la pena eterna de sufriiiiiiiir

No es que a ella no le gustara Sandro. Al contrario, porque se lo imaginaba buen mozo y de blanco, consideraba esta burda imitación una afrenta al buen gusto. Aquel muchacho, además de ser demasiado jipato (porque Sandro debía tener la piel tostada, sin duda), cometía el pecado de pasar todo el día sin franela, haciendo nada aparte de matar lagartijas.

Otras veces no cantaba, sino que le silbaba a Rosita como una culebra entre las ramas:

-Si no me tiras un besito, no te dejo pasar.

-Estaré loca, mijito. ¡Zas!

-¿Ah, sí? ¡Bueno… te echo a Sultán!

Ella se encogía de hombros:

-¡Échamelo, pues!

Y así pasaba. Sultán saltaba del pie del mamón a perseguir a Rosita, haciéndola correr por un buen trecho y después se devolvía tranquilamente a esperar que regresara de la bodega. Entonces el correteo continuaba con el aderezo de una o dos bolsas de compras.

Rosita, por supuesto, también detestaba al perro, por malo y por feísimo: el contraste del hocico rosado con el pelaje blanco y sucio era grotesco, además era flaco como un dibujo de escuela. Rosita deseaba que al animal lo atropellara un carro o se lo llevara el río en alguna crecida, pero la cosa nunca pasaba.

Una mañana, al volver de coger agua en el río, Rosita encontró al perro montando a otra y, cosas del destino, a Amílcar no se le veía por ninguna parte.  Pensó en tirarle un par de piedras a Sultán, pero le daba lástima la idea de tener mala puntería y vaciarle el ojo o pegarle a la perra que nada tenía que ver en el asunto. Así que se paró al lado de Sultán y le echó encima medio tobo de agua bien fría. El perro estaba furioso e incapaz de tomar represalias, para gran regocijo de Rosita que, inspirada, arrancó un bejuco y le dio unos ramazos al animal.

Claro a los días que no dejaba de encontrase a Amílcar en el camino como siempre.

-Si no me tiras un besito, no te dejo pasar.

-¿Vas a seguir, mijito? ¡Echa pa' llá!

-¡Ajá, tú lo que quieres es que te eche a Sultán!

Ella se encogía de hombros:

-¡Echamelo, pues!

Y se iba muerta de la risa, caminando con su bejuco en la mano.

miércoles, 18 de julio de 2012

en mis zapatos



se le saca la cuenta al mañana
se cocinan sopas y anhelos

se piensa en las flores de la ventana
las telarañas
los que se han ido

en mis zapatos los pasos van ligero 
ligerito

deber de hogar
deber de hacer
deber de lo hecho

en mis zapatos no se sabe
si hay pies o alas o piedras

¡a veces ni siquiera hay zapatos!

mi niña y yo jugamos descalzas
a las hadas, el té, las bestias

entonces me los vuelvo a poner

a mis zapatos se le ven los caminos
las costuras
los espejos

en ellos se llega al otro lado
con ellos viene el mar a diario
la ola de preguntas

en mis zapatos
cuando tienen tacón alto, muy alto
encuentro mis razones.

(a Tom, que es altísimo)

jueves, 12 de julio de 2012

I see wild things: Vespa


El blog de fotografía de Luzia Pimpinella tiene una sección llamada "Beauty is where you find it" (La belleza está donde la encuentres). Luzia organiza retos de entregas semanales y este es mi primera semana en el asunto... ahora bien, tengo que confesar algo.

Una de las reglas es publicar una foto relacionada con el tema de la semana si uno no tiene nada que presentar...

Bueno...

Esta semana fue lluvia, lluvia, lluvia, lluvia, lluvia, así que para la cámara no hubo chance.

Esta foto la tomó mi esposo hace una par de semanas y me encanta la luz, ¿verdad que no parece invierno?

Estoy tan celosa que la foto no es mía... pero aquí va.

martes, 10 de julio de 2012

La Insoportable Levedad del Ser, Milan Kundera

Leí este trabajo de Kundera estando en una isla y no y no y no. Esto hay que leerlo de noche, con vino tinto en la mano y con la ciudad tras la ventana. El análisis etimológico de una o dos palabras se convierte en punto de partida para una disertación pseudofilosófica sobre la levedad, la com-pasión, la co-incidencia, y de allí el discurso se convierte suavemente en relato, sin que el lector note el momento de transición. Las observaciones del escritor se alternan hábilmente con las historias -y la Historia, puesto que todo ocurre en la Checoslovaquia del Comunismo- y en su temática y matices me recuerdan una noche cualquiera, hace ahora unos años, con mis amigos del taller de literatura, cuando hablábamos sobre la vida, la ciudad, Eros y Tanatos. Será por eso que el vino es una asociación natural al leer estos temas en la novela de Kundera.

Teresa y Tomás son una pareja extraña, de lógica improbable y supongo que allí reside su tragedia: es la historia de dos soledades que duermen juntas. Teresa y sus motivos son tristes y terribles, de una belleza desoladora como un árbol en invierno. A ratos se puede uno asomar en la vida interior de Tomás, comprender el origen de su aparente cinismo. A pesar de su conflicto interno, es difícil justificarle.

Sabina y Franz son personajes más bien secundarios; Sabina enamora con su je ne sais quoi que la hace  inasible para sí misma, y Franz... Franz me dejó fría.

Tragedia, humor, cinismo y diálogos en los que puede leerse el silencio entre dos personajes como en una película francesa: así debe ser la novela contemporánea y este trabajo me parece buen ejemplo. Si algo tuviera que agregar, hacia el final de la novela hay algunos pasajes en los que Kundera cambia a narrador protagonista de una manera aparatosa (por primera vez en lo que iba de lectura) y me pregunto si hubiera logrado el mismo efecto sin cambiar el tono de sorpresa.

La estética de Kundera y la solidez de sus personajes son impecables de principio a fin. El libro me gustó tanto que lo he recomendado entre mis amistades y hasta lo he prestado :O

Me enteré que hay una película. Me pregunto qué tal.

lunes, 9 de julio de 2012

La pureza de mi pecho


no está escrita en ninguna parte, y eso lo ve el que me encuentra en su mirada: yo soy de noches pasadas y profecías que no llegaron en medio de un relámpago.


Si las niñas andan con su puñado de pájaros, espiando la puerta abierta, yo ando con las manos vacías, yo no cuento las casas de mi cuadra. Sigo de largo, terriblemente desnuda y con mi laberinto desdoblado frente a mí.


Yo no sé de cascadas ni paraísos; a mí que me pregunten de cielo y tierra ocultos y aguas revueltas. A mí que me pregunten de cansancio y sonrisas muertas antes de llegar a los labios.


Mis pies no encuentran sus pasos; la lluvia y yo estamos vagas y nadie nos adivina.


domingo, 8 de julio de 2012

Y ahora el Gabo

Bueno. Ya que estamos en la onda de personajes famosos.

Acabo de enterarme de que Gabriel García Márquez dejará de escribir. Su hermano ha anunciado que padece demencia senil. Me entristece que una mente brillante se apague así, de a poquito, en el olvido y la confusión. Me gustaría pensar que no deja de escribir; sólo dejan de publicarlo...?

En una onda más optimista, Sara del blog Literariamente Hablando, ha propuesto un reto para leer y hacer reseñas de una de sus obras. Yo elijo "Tu rastro de sangre en la nieve" porque prácticamente me hizo llorar cuando lo leí. Es definitivamente uno de mis cuentos favoritos. Quienes estén interesados pueden dar click en el enlace:


Gracias Pukit-Chan por el dato.

viernes, 6 de julio de 2012

Frida la de allá


"Las Dos Fridas" por Frida Kahlo
(Imagen tomada de Google)

Frida la de allá va solamente a ciertos bares pensando en largos silencios y poca audiencia. Se acuesta a solas, buscando en el techo algo qué sentir. Se entrega a lecturas de Historia, historias y cosas por el estilo. Quiere uñas largas y colores densos.

Frida la de acá hace cosas impensables para Frida la de allá: ella no entiende de zapatos ni de sombras. Se duerme con el viento, se despierta simple con el día de las criaturas vivas que le esperan.

Frida la de allá es, a su manera, una criatura extraña. Espía un poco celosa a Frida la de acá, quiere sus animales, sus plantas y sus noches. La cuestión es que no quiere entregar sus misterios a cambio.

1907 - 1954

martes, 3 de julio de 2012

al otro lado tú


que te levantas con el sol y las preguntas.

tú que dudas y

te cansas,

dices tus oraciones.

tomas café tibio.

haces el amor.

te acuestas.

al otro lado estás tú que

vives,

alimentas perros, niños, sueños,

contemplas el mar.

sábado, 30 de junio de 2012

Soñé con perlas negras


Soñé con perlas negras desperdigadas en la capota de un carro blanco. Soñé llorar por hijos que no eran míos pero estaban en mis brazos con la boca muy abierta, como pájaros que tienen hambre y esperan. Soñé con algo de reproche que se desvanecía, como siempre debe ocurrir con esta clase de cosas.

Esta mañana me he decidido a descolgar el vestido rojo de esa pared frente a mi cama. Anoche, creo, la oscuridad me hizo un poco más cobarde de lo que soy con cara al sol, y elegí el insomnio a medias, el infierno onírico de mi cansancio. ¿Cómo, de noche, iba a enfrentar semejante trabajo?

Desnuda, tibia, me levanté a tientas de la cama, una con el vago amanecer afuera. Eso fue hoy. Y descolgué el vestido. El alba ha sido más o menos lo mismo después de aquella noche, y el cuarto ha sido el mismo, y yo he sido la misma, también más o menos… ¿por qué el cambio severo justamente anoche? No había llluvia ni luna llena ni perros ladrando a las sombras para avisar lo que se me venía encima….

Ahora no sé si hice bien. Todavía quedan unas grietas mínimas en la pared, en el mismo lugar, muy frescas para preocuparme por más perlas o más niños o más reproches a futuro. Lo digo como quien dice que el futuro no está en esta misma noche y por ahora no necesito resolver el asunto. La cuestión es lo de esta mañana, el gesto simple de haber descolgado el vestido: en verdad tengo la certeza de que es el reclamo de su seda lo que me perturba.

lunes, 25 de junio de 2012

A Imagen y Semejanza

—¿Dios...?

Hoy Dios era un ladrón joven que se alejaba despavorido ante el cuerpo caído de Norberto. Corría a toda velocidad,  envuelto en el silencio de sus zapatos deportivos blancos, la chaqueta de imitación de cuero y el arma de fuego tibia, las manos nerviosas sin botín, los oídos cada vez menos aturdidos por la alarma.

—¿Pastor…?

En los casi cuatro años que Norberto llevaba de vigilante con él, nunca había escuchado en Pastor el aullido sobrenatural de esa noche. El sonido le timbró los oídos, el corazón, el alma.  El perro tendría que haberle ladrado al ratero; en cambio aullaba desesperado.

—Los perros ven espantos... dicen...

Por puro instinto, más un por si acaso que un aquí voy, posó la mano en la cacha de la pistola, los dedos en el gatillo. El contacto con el arma y el miedo a lo desconocido le hicieron dudar: no sabía si estaba todavía en el reino de los vivos o se había ido más allá.

—¿Cómo se supone que muere un fantasma?

El disparo le había llegado por la espalda, el golpe de la caída por la frente. Hasta entonces su oficio en el pequeño centro comercial de la esquina había consistido en hacer respetuosa amistad con los dueños de tiendas, formar parte del paisaje tranquilo en los suburbios, sacar a un par de desconocidos del estacionamiento sin mayor intercambio, advertir a las niñas sobre el peligro de cruzar la calle, encomendarse a Dios siempre.

—¿Qué ocurre en un mundo donde Dios huye de noche...?

Arriba estaba el cielo claro de la medialuna, creciente, menguante, cómo iba él a saberlo. Abajo, se quedaba su soledad desnuda bajo el débil neón de algunas tiendas. Pensó, claro, en Emma, los niños, la sangre, la intensa quemadura, el teléfono de emergencias, la ausencia de peatones y vehículos. El perro se escuchaba ahora a lo lejos.

El primer oficial llegó a la escena en moto. Se apuró hacia Norberto con el casco en la mano y la otra en la pistola del cinturón.

—El jinete viene por mí, el jinete... ¡con la cabeza en la mano…! ¿El Apocalipsis...?

El delirio de los que abandonan la vida implica fríos y escalofríos que Norberto no quería sentir ahora. Había cerrado los ojos al oficial con el casco y ahora todo era sonido: las voces lejanas de los paramédicos y policías recién llegados, los vecinos despiertos por las sirenas y las luces. Alguien había apagado la alarma. 

Los aullidos se habían desvanecido casi hasta hacerse inaudibles, pero allí estaban y venían del otro mundo, estaban aquí, salían de la garganta de Pastor.

—El pe... El pe...

El jinete sin cabeza, el ángel negro, heraldo de la muerte, no escuchaba. Pero usaba una voz amable.

(Este fue mi proyecto de junio para Adictos a la Escritura: el ejercicio consistía en hacer una historia con dos personajes asignados por sorteo; los míos fueron el vigilante de seguridad y el jinete sin cabeza... los relatos no se me dan muy fácil, pero me entretiene el reto...)

domingo, 24 de junio de 2012

Cartas Por El Mundo


Gracias a Chica Paraíso por organizar el intercambio de Cartas Por El Mundo.

El viernes recibí la carta de Fanny, en un sobre de puntitos amarillos de lo más lindo (me parece que uno de los placeres perdidos en esta era cibernética es el uso de papel y tinta elegidos sólo por su apariencia, más allá del valor utilitario...)

En fin.

La carta está lindísima, tenemos más de un punto en común y yo estoy emocionada con este intercambio :) El viernes estaba pasando por un día de trabajo más bien terrible, así que el sobre me llegó en el mejor momento.

¿Será que hacemos otro intercambio? ¡Yo estaría encantada! 

Gracias Fanny.

jueves, 21 de junio de 2012

solsticio

la noche eterna
gatos
sombras
alcantarillas
los grifos abiertos a gritos
lo leí en alguna parte

la luna o no
el silencio o no
grillos
fantasmas
otros bichos

el vientre
y las semillas que
danzan de memoria

insomnios
vigilia
llanto callado
sueños
fiestas atropelladas
sirenas y luces

el mendigo
la niña en su cuarto
miles de ventanas
esquinas peligrosas
amantes

la noche eterna
la mentira

martes, 19 de junio de 2012

lunes, 18 de junio de 2012

Little birdie



yo con ganas de irme al muelle también, no importa que esté gris, que sea un río sin delfines y haga un poco de frío. yo con ganas de infancia y olvido. yo con ganas de pequeñas alas negras.

domingo, 17 de junio de 2012

Sólo Rosas


El ramo había costado ciento veinte dólares; tanto alboroto por unas simples rosas. Amanda estaba sentada a la mesa del café, cappuccino y cigarrillo en mano, ignorando las miradas ajenas de molestia. En la costa fumar era cosa de veto; toda ella era cosa de veto: qué diablos hacía esta forastera pulida aquí, era obvia su intención de abandonar la miseria de su vida en la ciudad en un pueblo de playa como tantos otros de paso. Sonó el teléfono.

–Sí, soy yo.

El murmullo en el teléfono le comunicó el problema. Procuró sonar indiferente en su respuesta.

–Ah, qué pena, justo estoy en un café no tan cerca de casa, me tomará unos quince minutos llegar… ¿Será que las puede dejar en casa de mi vecina del apartamento 1B? –y con las gracias dio el problema por terminado.

No, no realmente.

Todavía quedaba por resolver el asunto de Lucas y sus flores de la disculpa. Hoy. La chupada al cigarrillo sirvió de suspiro contenido. Amanda estaba convencida de su odio por los sentimentalismos. Alargando la caminata lo más que pudo, llegó a su nueva residencia. Antes de tocar el timbre de la vecina le extrañó ver por la ventana el jarrón antiguo ya arreglado con las rosas; el conjunto era disonante. La señora Leticia abrió la puerta de golpe y le dio un abrazo apretadísimo, con su olor a especias, cabellos húmedo y algún perfume floral.

–¡Gracias, Amanda, qué gesto más lindo! ¡Desde que Joaquín murió, Dios lo tenga en su gloria, ya no recibo más flores, mucho menos rosas! ­

El deleite de doña Leticia era casi un paroxismo; tanto alboroto por unas simples rosas. Un rosario de palabras de amistad se iba rezando a una velocidad tal que conseguía confundir a Amanda. Normalmente resuelta, hoy calló. “Pobre vieja, será demente. Y miope. Y sorda. ¿Qué le entendería al chico? ¿No leería la tarjeta? ¿Cómo pude creer que le doy flores? Llevo aquí menos de dos meses. ¿Y rosas rojas? ¡A estas alturas de su vida aún con fiebre de San Valentín! Bien, lo que la haga feliz; a mí no podrían importarme menos las flores.”

Hubo café hecho en casa, ríos de fotos y agradecimientos efusivos, pero la mente de Amanda estaba fija en Lucas. Él, y su cuerpo deliciosamente desnudo. Él y su mujer, tal vez haciendo el amor en este mismo instante, mientras ella saboreaba galletas blandas. No, había que acabar con el asunto de una vez. Amanda se puso en pie y le dio a doña Leticia un abrazo fingido, dejando atrás las flores, las espinas.

Una vez en su balcón, colocó el teléfono en la mesita, encendió otro cigarrillo y esperó la llamada. Se estaba haciendo ya de noche. En el cuarto, extendió sobre la cama todas las chucherías que pudo recordar, obsequios de Lucas: ropa, joyas, cofres, objetos inútiles, souvenirs del viaje a Frankfurt y Amsterdam. Sin fotos. Volvió al balcón.

Sus uñas lindas y su humo desagradable no hacían mella en nadie en aquel momento ni para bien ni para mal; Amanda y su belleza se habían quedado solas, sin miradas ni palabras. “Que se pudra Lucas” pensó, y puso el teléfono con la pantalla contra la mesa, en un obligado gesto de renuncia. La colilla del cigarrillo cruelmente estrujada contra el metal pulido del cenicero marcó el fin de la espera.

Ah, qué manera de hacer el amor tenía el bastardo.

Bien, al diablo todo.

Amanda se fue directo al bote de basura con su pequeña carga de regalos y recuerdos, excepto que en el pasillo hubo un cambio de plan a último minuto.

Sonó el tiembre.

–Señora Leticia, usted me disculpa, pero esas flores no eran de mí para usted; eran de hecho para mí –aquí tartamudeó–, de mi novio. Necesito llevármelas por favor. 

El discurso de Amanda fue rápido y seco, sin preámbulos, sin derecho a replicas: una bofetada. La anciana y su confusión caminaron lentamente por el pasillo en un extraño silencio. No tardó mucho en regresar con las flores envueltas en periódico, aún goteando. Hubo tristeza y vergüenza efusiva, sin refrigerios.

Al cerrarse la puerta de doña Leticia, se quedó Amanda sola en la encrucijada del pasillo. En una mano los recuerdos y la renuncia. En la otra el presente, la espera. Con qué fuerza decidir, cuando en realidad sólo quería sólo derrumbarse en el suelo a llorar. Tanto alboroto por unas simples rosas.

***

Este fue el texto que envié al Primer Concurso de Relatos Musas de la Noche (no resultó ganador, pero disfruté escribiéndolo). El malentendido le pasó de verdad a mi suegra con un ramo que le mandamos el día de las madres y que terminó en casa de una vecina... el asunto fue un poco incómodo entre ellas dos y me inspiró a escribir esto :D

Pueden leer los cuentos ganadores en el enlace: Escribiendo la Noche.