sábado, 14 de marzo de 2015

En el tiempo de las mariposas, Julia Álvarez

La historia de las hermanas Mirabal me causó gran impacto la primera vez que la escuché, no sé bien si por la brutalidad de sus muertes o por el ícono de lucha en el que se convirtieron. En cualquier caso, no es poco. Ambos temas -la violencia de género y el fenómeno de las dictaduras en América Latina- son penosos de abordar pero ambos me interesan de momento, en particular vistos bajo el género de la ficción histórica. El libro comienza por el presente de la ya madura Dedé, cuyas memorias se remontan a la infancia de las hermanas y de allí la novela continúa en el orden cronológico de los hechos. Cada capítulo está narrado en primera persona por cada una de las Mirabal.

Curiosamente la desmitificación que intenta Álvarez de estas heroínas las hace más preciosas al colectivo, en cuanto les da una dimensión humana que las acerca al lector. Álvarez ha sabido darle a cada una de las hermanas su propia voz y su propia simbología: Minerva se manifiesta a través de sus escritos como una mujer decidida a pelear por sus ideales. Mate, retratada como una romántica, también se expresa a través de la palabra escrita en su diario, que sirve de confidente e intermediario entre la experiencia vivida y el proceso consciente, en particular sobre el duro episodio de las torturas. Patria y Dedé se sirven de la oralidad para contar su historia; la primera da testimonio del horror que presencia el pueblo dominicano, la segunda representa la fuerza del instinto de conservación. Las cuatro son mujeres que padecen -además de la incertidumbre y miedo ante la situación política- decepciones amorosas, nostalgia por la infancia, ansiedad por el destino de sus hijos y toda una gama de sentimientos que las hace verídicas, alcanzables para el lector.

A mi parecer el mayor logro del libro es rendirle un bello y justo homenaje a Dedé, la única que vivió para contarlo. La carga de tristeza y culpa, lo absurdo de su pérdida, su rol como madre de los huérfanos dejados por sus hermanas, como única hija de una madre en permanente duelo, y como guardiana de la memoria, son aspectos verdaderamente conmovedores en la novela. Y tomando en cuenta las dimensiones monumentales de este capítulo en la República Dominicana y quizá América Latina, el logro no es poco.

viernes, 6 de marzo de 2015

Literatura a mi manera IV: Nocturno

En ciertas memorias hasta el ejercicio de la invocación nos deja parados frente a un enigma. Para ponerlo simple, la cosa fue así: hubo conversaciones 
-muchas y largas- 
-alimentadas con café y nada más-
-bajo el cielo sin luna, en Caracas-
de vida 
y muerte 
y arte 
y filosofía 
y religión 
y ciencia 
y amores 
y desamores;
hubo juegos de palabras, muchos, muchísimos, 
tantos, tantísimos 
-era yo una muchachita impresionable entonces-
que se hicieron un laberinto, un laberinto que después de mucho dar vueltas y enroscarse en sí mismo al final siempre acabó con la cola mordida. Y yo de eso no puedo, como decía, descifrar nada. Puedo, sin embargo, recordar 
-y agradecer-
la inocencia de la cajita de Pandora que me fue entregada, de la que primero salió, deslumbrante, Dostoievski, y en desfile de igual magnitud le siguieron Stendhal, Dante, Proust, Flaubert, Boccaccio, Tolstoi, Esquilo, Balzac, Poe, Baudelaire, Rimbaud, Eliot, el otro, el otro, el otro y el otro en un eco que aún no se termina
-y eso, eso me alegra-.