miércoles, 15 de enero de 2020

La felicidad no sabe

de afanes de tiempo y espacio; será por eso que pone su residencia permanente en los verbos de la memoria y la imaginación, y sólo pasa a visitarnos de vez en cuando en el presente.

Para que quiera quedarse un rato, sería mejor recibirla con gratitud, invitarla a un café, sonreírle, pedirle que vuelva pronto.

Cuando no es cuestión del azar tocando a la puerta, la felicidad se parece más a un jardín interior: todos nacemos con nuestra parcela de tierra, un manantial de agua y semillas infinitas; es cuestión de saber qué hacer con todo eso.

No siempre el jardín tiene la tierra preparada, ni mucho menos es el kit de un terrarium de vidrio, de esos que venden en las ferreterías y viveros, un DIY talla única; viene de los edificios derrumbados, de los que es necesario limpiar los escombros, fertilizar, arar, sembrar, regar, ver crecer y florecer: cosas todas que toman su trabajo.

Y su tiempo.

domingo, 5 de enero de 2020

La gran piedra,

el beso mortal de su peso

siglos de silencio.

Si está viva o muerta, otro misterio.

La gloria del maestro tallada en el lomo del esclavo:

el esplendor del nacimiento del Hombre

raptos, guerras, héroes y dioses

coronas de laurel, de oro, de espinas.

Todo tiene su fin

la adorada piedra

tan sólo un vestigio.