lunes, 30 de abril de 2012

Ejercicio (sin pausa)

esta mañana me desperté a las 6.45 nada como el sueño de la niña su cabello una explosión en la almohada un hermoso incendio me duché me lavé y sequé el cabello me arreglé opté por perlas es una niña buena salvaje que no quería levantarse me sacó la lengua frambuesas antes del café revisé mi cuenta del banco preparé mi bolso preparé el suyo hice desayuno comí la ayudé cepillé su cabello y dientes limpié sus pies y piernas la nariz las orejas salí de la casa con café sin perra pobre querida le digo pórtate bien trabajé vine a casa a buscar libros almuerzo llamé a perseguir futuro fechas agendas cosas por el estilo pagué cuentas agua tanque séptico cuentas viejas otra vez revisé el banco el día estaba perfecto tibio allá afuera trabajé el turno de la tarde una mujer me preguntó si el hombre allí adentro era mi padre le dije no mi padre está en casallamé a una chica para una cita creo que el lunes informé a mi esposo del banco las cuentas los problemas le recordé el cumpleaños de su hermana mi hija era como una gata una sobreviviente del día descalza desafiante feliz de comprarle zapatos la bañé puse la tele hice cena ¡esto está bueno! dijo después el pececito luchó cuando lo saqué del tanque creyéndolo muerto me asustó de alguna manera me hizo llorar no sé por qué mamá juega conmigo tengo miedo la tele no funciona tengo hambre tengo sed extraño a papá no tengo sueño no tengo sueño me recuerda a un poema de bukowski entonces mi esposo me dice cómo jamás puede realmente hablar conmigo entonces mi hija se pone triste porque mamá no quiere jugar la noche es perfecta tibia allá afuera sin luna.

Jung y la crisis de fe



Con todo respeto, hace tiempo entré en conflicto con el cristianismo. Con todo respeto y algo de diligencia he indagado un poco en el budismo y el hinduismo; para estas dos corrientes religiosas me parece que hace falta un maestro, un guía. He indagado en el paganismo y le tengo cierta simpatía pero me parece deshonesto salir a hablarle la luna mi madre; no me sale del corazón. Ando buscando explicaciones, además de ritos. Estoy leyendo a ratos Arquetipos e Inconsciente Colectivo, y esta es la perla que me he encontrado:

"Estoy convencido de que la creciente pobreza de símbolos tiene un sentido. (...) Si intentáramos cubrir el vacío que queda con aparatosos ropajes orientales, como hacen los teósofos, seríamos infieles a nuestra propia historia. No es posible empobrecerse hasta llegar a ser un mendigo, para posar después como uno de esos reyes hindúes del teatro. Creo que es mucho mejor reconocer decididamente esa pobreza espiritual de la falta de símbolos que simular una posesión cuyos herederos legítimos de ningún modo somos. Somos, sí, los legítimos herederos del simbolismo cristiano, pero de alguna manera hemos malgastado ese patrimonio. Hemos dejado que se desmoronara la casa que nuestros padres construyeron, y ahora intentamos irrumpir en palacios orientales que nuestros padres nunca llegaron a conocer (1). Quien ha perdido los símbolos históricos y no puede contentarse con "sustitutos", encuéntrase hoy en una situación difícil: ante él se abre la nada, frente a la cual el hombre aparte el rostro con miedo. Peor todavía, el vacío se llena con absurdas ideas políticas y sociales, todas ellas espiritualmente desiertas (2). Pero quien no se puede conformar con esa pedantesca sabihondez se ve obligado a valerse seriamente de su confianza en Dios, de lo cual la mayoría de las veces resulta un miedo mayor aún. Por cierto, ese miedo no es injustificado, pues el peligro parece ser mayor cuanto más cerca se está de Dios."

(1) Y por eso digo yo que me incomoda tanto el mercadeo de Budismo, Yoga, Feng Shui, usted nómbrelo, y me cuesta tanto, tantísimo trabajo ubicarme en una esquina religiosa o espiritual cómoda, que no me apriete el intelecto.

(2) A pesar de la simpatía que le guardo, aquí en la falta de estructura es que me parece que falla el paganismo. No diría nunca que sus ideas son absurdas pero me parece que le falta argumento. Para mí la experiencia religiosa debería unir lo visceral del rito con la curiosidad natural del intelecto; he ahí que las corrientes orientales se le han hecho tan atractivas al desencantado occidental promedio.

Aquí, filosofando.

martes 27 de marzo de 2012

Salir del cine con las manos en los bolsillos. Acostarme desnuda mientras un saxofón se desgañita en la radio. Observar la danza del humo en torno a la luz blanca. Delinear el círculo imperfecto del papel de arroz que la envuelve. Pensar en un nombre. Escribir letras, una tras otra, en orden aleatorio hasta formar palabras irregulares, disímiles, en las que se lea una casualidad aparente, un poco de orden. Jugar. Que las sombras se liberen de la servidumbre de suelo y paredes. Borrar los límites tangibles entre los gestos de unas manos y el silencio prolongado de otros ojos: esta separación no cabe en un vocabulario de tan poco tiempo. Determinar con precisión exacta la cantidad de sueño ganado, el pulso perdido, las veces que he visto el mar. Caminar de frente al aire nocturno, adivinar el misterio del otro lado. Quiero, en pocas palabras, deslizarme en una noche de horas incontables.

domingo 25 de marzo de 2012


sábado 24 de marzo de 2012

En París la muerte huele distinto y pierde todo su sentido. Esas tumbas pomposas, llenas de musgo, a veces abiertas, no imprimen en nosotros el horror que produce, por ejemplo, el Cementerio General del Sur bajo la sequía que nos persigue: tumbas llenas de tierra y cadáveres de flores, sin letras, sin fechas; nichos donde los muertos se prostituyen y se acuestan unos con otros sin preguntarse el nombre. Más arriba, tumbas con cruces de hierro colado o madera pintada de blanco, que con el tiempo se van pudriendo como los muertos allá abajo. Tal vez, después de todo, tuve la suerte de visitar París en invierno, cuando todo estaba frío y gris, en sintonía con el silencio, con el reposo, y no en verano, cosa más dispar, porque nadie espera la muerte en un día soleado.

Ejercicio (escalera)

Esta mañana se ha ido la luna con mis ojos en la panza, y lo único que puedo ver ahora es:
-La lluvia repicando en los tejados antes de instalarse en el alma de las piedras.
-Calles que se dan el beso en la esquina ignorando la señal de “Stop”.
-Caleidoscopios hechos a mano en tarea de escuela.
-Mariposas que en vez de alas tienen zapatos.
-El mimo sin su careta en aquella plaza.
-Minerales en disputa con la tierra.
-Cajas chinas rellenas de aire.
-Semáforos en naranja.
-Libros sin hojas.
-Botellas.

mi-ma-má-me-a-ma

"Maternal", Armando Barrios 1979

Mine apenas está comenzando a aprenderse el abecedario y ya anda por ahí emocionadísima de reconocer esta y la otra letra. Se las estoy enseñando en inglés, con mucho pesar y muy contrariada, porque me da miedo que se empiece a confundir en la escuela cuando le toque. Pero estoy considerando enseñarla a leer en español; sería algo así como "em" y "ei" suena "ma". Que Dios me ayude con esta ensalada sacada del NSW ABC System y Mi Jardín, que acabo de conseguir en Amazon y me recordó las lecciones de mi hermano. Las mías no las recuerdo.

Recuerdo, sin embargo, la muñeca que me dieron de premio por aprender a leer y que aún debe estar en mi biblioteca en Venezuela. Mis libros abandonados hace siete años son todavía tema de conversación con mi mamá; es casi como preguntar como va la vecina tal o el primo no sé cuál. Se habla de ellos, se sabe que están bien, se contenta el corazón con eso y se sigue con el próximo tema.

De momento estoy esperando mi caja de biografías femeninas, herencia preciosa de mamá, y la primera lectura seria que recuerdo como a los doce años: las vidas, fortunas, amantes y horrores de una veintena de mujeres en la historia que van desde Juana La Loca hasta Isadora Duncan, pasando por Cleopatra, Catalina La Grande y Sarah Bernhardt. Therefore, I write.

Troy le ha pasado a Mine el amor por el mar. Ojalá pueda pasarle yo el amor por los libros.

jueves 15 de marzo de 2012




Sabia era Teresa de la Parra cuando decía que a los muertos, entre más queridos, más en paz se les debe dejar. Ciertas voces del pasado leves y lejanas, como el canto de las sirenas, me han arrullado los sueños de esta última semana. He sentido la tentación y, como el asesino, ando buscando la oportunidad y el motivo. Pero la nostalgia es una excusa muy pobre en estos casos, y si no, que lo digan las Memorias de Mamá Blanca:

"...Donde estaba la sala había el comedor y donde estaba el comedor había la sala; donde había antes una puerta estaba ahora tapiado y en donde estaba una pared lisa había ahora una puerta nueva acompañada, si era posible, por una ventana. Sobre la tierra que llevó nuestro huerto ameno, talados los árboles, se alineaba geométrico un jardín a la inglesa, y en el terreno que ocupaba nuestro jardín oloroso había un huerto rasurado donde crecían, párvulos raquíticos, multitud de árboles exóticos. ¿Qué se habían hecho los rosales y los jazmineros de Mamá, que tan a menudo se abrazaban y enrollaban juntos? ¿Dónde estaban los guayabos, la acacia grande, los árboles de pomarrosa, guanábanas y guayabitas arrayán? ¿Dónde estaban los bambúes cantadores con sus zapatos de terciopelo, donde escondían pícaros la maldad de sus "pelitos"? ¡Como Aurora, como Evelyn, como nosotras, todos ellos se habían ido!
...
Mamá tenía razón: debemos alojar los recuerdos en nosotros mismos sin volver nunca a posarlos imprudentes sobre las cosas y seres que van variando con el rodar de la vida. Los recuerdos no cambian y cambiar es ley de todo lo existente. Si nuestros muertos, los más íntimos, los más adorados, volviesen a nosotros después de muchos años de ausencia y arrasados los arboles viejos hallasen en nuestras almas jardines a la inglesa y tapias de mampostería, es decir, otros afectos, otros gustos, otros intereses, doloridos, nos contemplarían un instante y discretos, enjugándose las lagrimas, volverían a acostarse en sus sepulcros."

Yo digo que pasaría lo mismo si fuera al revés y nos encontráramos nosotros queriendo ir a visitar a esos mismos muertos, porque ellos también cambian, se arrugan, se vuelven grises y ajados: tendríamos que regresarnos calladitos, llorosos y apaleados a esta cosa otrora divina que llamamos vida.

martes 13 de marzo 2012


Lo sé, ya viene la despedida, la distancia, las semanas, el océano. Viene la temporada de ser responsable. Viene el orden sagrado de las cosas y las horas: Mine dormirá temprano, yo cumpliré con mis deberes.

De momento, me gusta el alegre desorden, el plan de último minuto, el vacío de horas. Ayer no toqué mi libro de leyes;

me fui a Brisbane con el cabello mojado, aplicando maquillaje y barniz de uñas en el carro con Troy en el volante. Me senté en el Tea Centre de Albert Street, a mirar las diminutas flores de las latas de té de jazmín,

como en los viejos tiempos con mi amiga Fanny en La Candelaria,

y su mezcla inverosímil de flores y Venezuela y cuentos judíos y holandeses. Saqué mi cuaderno de notas, y a lo más alcancé a escribir que Florence + The Machine estaba tocando una versión acústica del último disco. Compré un libro de Yukio Mishima, escogido muy por encima de And the ass saw the angel. Divagué y me perdí. No llegué a la cita acordada y no pagamos el parquímetro a tiempo y seguro viene una multa en el correo.

Pero se me antojó esto:

que la vida me guiña el ojo con una coquetería irresistible.

El problema

con la fe no son los libros, las religiones y las comparaciones, el ateísmo o los otros ismos. El problema es que la fe es necesaria. Es inherente a la condición humana. Hacen falta los ritos, la comunión, las ofrendas, la oración: la esperanza de eco y oído a los que pensamos en los niños perdidos del mundo, los árboles cortados, los ofendidos a nuestra cuenta.

renuncio


a los pseudónimos
a las pseudohistorias
ediciones y precauciones

estoy harta
de los nombres bonitos
los pajaritos de papel

me pongo los zapatos, salgo al muelle
triste, en guerra
la cordura al revés
en fin
como me agarre la tarde

manos en los bolsillos
pelo suelto
la cara al mar

renuncio y lo admito
me tiembla el pulso.