Mudada de tierra, de idioma y costumbres. Tropezada levemente aquí y allá por lo nuevo del mar en la sien; los sonidos de las bocas incansables; las letras en en desorden. Despierto con cierta torpeza al sueño de mí misma.
Y lo intento:
Esto de las piedras cerradas al viento, los silencios tejiendo coronas -a veces de flores, a veces de espinas- pero siempre coronas de algún reino.
Los ojos cerrados, oir como late la salvia, duermen los niños, se acuestan las aves al borde de la noche sola.
Suspiro a gritos de sirena.
Escucho mi nombre, la manera en que suena distinto y no sé si me pertenece todavía o si me he cambiado ya a la palabra del alba.