El parque es nuevo. Llegan el ruido, los juegos, los perros, la niña descalza que aún no entiende las estaciones. Arriba, abajo, la niña y su padre. Allá, acá, los perros y la pelota. El río está cerca, callado, cortina de una pareja que se acaricia. Esta tarde sólo se presiente el otoño a leves ráfagas. Otros años me he entristecido, pero la risa de la niña también florece en mi boca.
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