Advertencia: contenido erótico explícito
Adela
cerró la puerta en un estado de frenesí. La televisión encendida apagaba a
gritos las voces de su confusión, pero todas las medias luces de su cuarto de
hotel no eran suficientes para ahuyentar las sombras. ¿Qué hacer con la delicia
de aquel beso nunca antes recibido?
Pensó en huir. Tendría que empacar, encontrar otro hotel a medianoche, llamar un taxi, resolver todo tipo de asuntos prácticos que no tenían cabida en su mente ahora que tocaban la puerta, ella abría y ahí estaba Clara con sus cabellos largos, sus senos pequeños, sus ojos café.
El beso que comenzó en la puerta se prolongó hasta la cama. A tientas, Adela dio con el control remoto y apagó la televisión; aquella violencia del androide a medio morir era atroz. A las luces habría que dejarlas en paz en esta urgencia y hacer el amor sin escondites.
Adela se deleitó en descubrir el torso de Clara. Le dio un casto beso en la frente, demasiado tímida aún para entregarse al deseo de devorarle los pechos. El olor de sus cabellos fue el combustible que comenzó el camino incendiario de los labios por las sienes, las orejas, el cuello, los hombros y finalmente los senos erguidos: en ellos siguió con los dedos el trazo de las areolas, las rozó levemente con los dientes, las vistió con sus manos.
¿Por qué la desnudez de Clara, siendo un hermoso espejo de sí misma, le estaba prohibida? Emulando las caricias masculinas a las que estaba acostumbrada, Adela se adentró en el cuerpo vagamente adolescente. El olor de la piel fría, la cintura, las caderas y los muslos de Clara le dieron la impresión de un jardín recién regado. Con algo de duda rozó la entrepierna primero, la acarició después. Su propio atrevimiento le hizo estremecer.
Clara respondió arqueando la espalda y repitiendo en Adela los mismo besos, continuando por el torso, la espalda, las nalgas, la selva leve del sexo. La lengua cálida, húmeda, era ya sabia en el oficio de navegar universos cítricos y como a un poema, los leía con cierto ritmo, ahora más lento, ahora más rápido, ahora al norte, ahora al mar, hasta dar con la rima de los versos. El cuerpo de Adela se tensó en un orgasmo alegre, un lirio, un acordeón, un pez dorado, una noche sin luna.
Aquello no terminaba aún.
Pensó en huir. Tendría que empacar, encontrar otro hotel a medianoche, llamar un taxi, resolver todo tipo de asuntos prácticos que no tenían cabida en su mente ahora que tocaban la puerta, ella abría y ahí estaba Clara con sus cabellos largos, sus senos pequeños, sus ojos café.
El beso que comenzó en la puerta se prolongó hasta la cama. A tientas, Adela dio con el control remoto y apagó la televisión; aquella violencia del androide a medio morir era atroz. A las luces habría que dejarlas en paz en esta urgencia y hacer el amor sin escondites.
Adela se deleitó en descubrir el torso de Clara. Le dio un casto beso en la frente, demasiado tímida aún para entregarse al deseo de devorarle los pechos. El olor de sus cabellos fue el combustible que comenzó el camino incendiario de los labios por las sienes, las orejas, el cuello, los hombros y finalmente los senos erguidos: en ellos siguió con los dedos el trazo de las areolas, las rozó levemente con los dientes, las vistió con sus manos.
¿Por qué la desnudez de Clara, siendo un hermoso espejo de sí misma, le estaba prohibida? Emulando las caricias masculinas a las que estaba acostumbrada, Adela se adentró en el cuerpo vagamente adolescente. El olor de la piel fría, la cintura, las caderas y los muslos de Clara le dieron la impresión de un jardín recién regado. Con algo de duda rozó la entrepierna primero, la acarició después. Su propio atrevimiento le hizo estremecer.
Clara respondió arqueando la espalda y repitiendo en Adela los mismo besos, continuando por el torso, la espalda, las nalgas, la selva leve del sexo. La lengua cálida, húmeda, era ya sabia en el oficio de navegar universos cítricos y como a un poema, los leía con cierto ritmo, ahora más lento, ahora más rápido, ahora al norte, ahora al mar, hasta dar con la rima de los versos. El cuerpo de Adela se tensó en un orgasmo alegre, un lirio, un acordeón, un pez dorado, una noche sin luna.
Aquello no terminaba aún.
*
Este ha
sido mi proyecto para Adictos a la Escritura. Este mes el ejercicio consistía
en construir una escena elegida entre tres opciones e incorporar tres elementos
fuera de lugar. En mi caso elegí una
escena erótica y los elementos fuera de lugar eran un adroide, un acordeón y un
pez dorado.
Muy intenso Taty, enhorabuena.
ResponderEliminarUn besin
Gracias Anuca, eso era lo que estaba buscando.
EliminarPaso a visitarte. Abrazos!
Una ternura intensa.
ResponderEliminar"...el oficio de navegar universos cítricos..." , me encantó. Me pareció de lo más sensual.
Un beso Taty!
Qué bien, me costó un poco de trabajo hacer esta escena :)
EliminarUn beso, te visito apenas mi internet me deje!
¡Muy tierno! *U*
ResponderEliminarRealmente muy bonito.
besito
Besos, Meli, gracias por pasar!
EliminarMe ha gustado mucho Taty, escribes muy bien. Cada uno tiene su arte.... deberías escribir un libro de relatos.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias por tus palabras, Lidia. Sabes qué me gustaría? Ser uno de esos escritores que pueden vivir del su oficio.
EliminarAh, suspiro.
Un besote :)
Sensual y atrevido.
ResponderEliminarSaludos :)
Estaba buscando el atrevimiento, estaba peleada con la idea de una escena erótica tradicional.
EliminarGracias por pasar, te visito.
Un abrazo!
Me re gustó!! y ya decía yo que lo del androide no me cerraba jaja
ResponderEliminarasí y todo pasa de largo, los otros elementos ni los noté, que buen ejerciciooo
besoss
MC, ese androide me dio muchos dolores de cabeza para meterlo en la historia ahí todo apretujado jaja. Gracias por pasar, besitos!
EliminarYo lo definiría como "apasionadamente dulce". Me ha encantado
ResponderEliminarMe alegra, Cloe, gracias.
EliminarUn beso.
Muy bonito, me ha gustado mucho. Muy bien los elementos fuera de lugar.Un beso
ResponderEliminarHola;
ResponderEliminarBueno, más que erótico a mí me ha parecido muy sensual. Me ha gustado mucho.
Saludos.