domingo, 15 de febrero de 2015

El balcón florido

Desde el balcón florido la mujer espiaba los pasos de la muchacha con una mezcla de lástima y curiosidad, y sin embargo continuaba fumando con una impasibilidad arrogante, como queriendo decir: no te he visto pasar sola y cabizbaja, no escuché gritos anoche, no he notado que vas descalza, que aún así tu juventud es hermosa, mis girasoles me bastan.

El pueblo era remoto, incipiente y las casas se levantaban en gentil desorden, todavía sin tiempo para establecer las fronteras propias de la civilización, con sus calles rectas y sus castas definidas, los hombres que deciden aquí, los que obedecen allá,  las mujeres suaves aquí, las recias allá.

El odio de la joven por su propia miseria se convertía en desdén hacia la mujer que la observaba. Se daría el placer de no levantar la mirada de la tierra, no confesar la envidia que le causaba la belleza de la extraña, resguardada como estaba en el encierro de su techo alto, dedicada a sus pequeñas vanidades: la boquilla, el perrito faldero, los jardines que no había sembrado por sí misma, las sedas y perfumes incapaces de mantener al marido en casa.

La mujer contemplaba la idea de tal vez saludar a la joven, invitarla a un té, dos, tres, algunos, muchos, y comenzar por hacerle confidencias para recibir el sacramento de las suyas a cambio. Fantaseaba, en pocas palabras, con su amistad y entendía con tristeza el odio de su carita hosca, huérfana de consuelo, de sueños pueriles, de tardes despreocupadas recogiendo guijarros a la orilla del río. Regaba entonces su pequeño jardín y recordaba distraída que era necesario algún arreglo a su hogar, coser aquel cojín, comprar un encaje para tal cortina, pulir una mesa algo opaca en el salón.

Si bien no lo entendía del todo, la joven ansiaba alcanzar el mundo de la mujer, atravesar sus puertas cerradas y penetrar en la frescura de la sombra, percibir el olor a sándalo mezclado con algo que se hornea suavemente, en silencio, para comensales que nunca llegan ni admiran la casa ni el jardín ni la habilidad de la señora para crear un paraíso en medio de la nada. Quería decirle: no está usted sola. Continuaba sin embargo su camino, deseando que sus pasos la llevaran más allá, lejos de los gritos, los vidrios rotos, las cortinas manchadas, la vaga vejación de ser vista desde el balcón.

Si alguna vez se miraron, ambas bajaron la mirada hermanadas tan sólo por la negación mutua: la una no comprendía a la otra, la una ignoraba las palabras que alcanzarían a la otra. Cada una pertenecía a un mundo antítesis del otro, y sin embargo era el mismo mundo de cielo azul y tierra fértil, un salto cuántico del que ninguna de las dos comprendía el milagro. Si alguna vez se miraron, fue un instante breve, brevísimo, un error en el orden del tiempo, un momento en el que no se reconocieron ni en la angustia del presentimiento ni en la vergüenza de la memoria.

25 comentarios:

  1. Gracias amigos y amigas por pasar y comentar. Estoy pasando por una etapa muy ocupada, y aunque no esté escribiendo a menudo, continúo con el blog. Poco a poco iré poniéndome al día con sus blogs. Se les quiere! :)

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  2. Uh, nena andas existencial y acertada en el reconocimiento de esas paredes o laberintos que nos hacen desviar la mirada del tiempo ordinario.
    La diferencia de clase o posesión producen el mismo bajar la cabeza ante el inválido.

    Saludos y feliz fin de semana. Ya te extrañaba.

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  3. Me recordó algo de Truman Capote ;)

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    1. Ando así, Bea, como viendo el mundo a través de un espejo. A veces temo escribirlo porque siento que me pongo algo densa, pero entonces la alternativa es el silencio. De dos males, el menos malo :o

      Y qué de Truman Capote? Me pica la curiosidad!

      Besitos :)

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  4. Resguardada y encerrada, tal vez pensando que la mujer joven, de belleza extraña, es libre corriendo algún riesgo.
    Bien escrito. Es interesante también el recelo de la mujer observada. Es interesante que ambas tienen en común no decirse en hablar a la otra.
    Hay tanta posibilidad de interpretar en tu relato.

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    1. Demiurgo, muchas posibilidades. Mi favorita es la del espejo :)

      Abrazos!

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  5. parece ser que en estos tiempos podrá parecer que es "mas fácil" yo me quedo con este tipo de ritos que a su vez, me digan lo que sea, le dan emoción a las cosas

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    1. He ahí el dilema, dar el salto, tomar el riesgo, llamar a la puerta. Irse, pues, por el camino menos fácil :)

      Besos!

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  6. Cuanto da de sí el mundo de la observación, una mirada a tiempo, puede ser el chispazo que cambie la vida, un puente capaz de unir orillas, por muy desconocidas que sean.

    Me encantó el relato y todo lo que sugiere y hace pensar.
    Gracias.
    Abrazos.

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    1. El puente del reconocimiento en la otra a pesar de la falta de palabras o gestos es sólo el comienzo de ese chispazo :)

      Gracias por pasar, un beso!

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  7. Quizá las castas no hubieran llegado aún a ese pueblo, pero sí lo habían hecho las diferencias de otro tipo, las que más duelen cuando salen a la luz...

    Saludos

    J.

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    1. A mis ojos el proceso es: 1) reconocemos "las cosas"; 2) reconocemos que "las cosas" son también la experiencia en otros; 3) sólo entonces, validadas por el colectivo, "las cosas" cobran nombre y significado.

      Digamos, por ejemplo, las castas: el reconocimiento que duele cuando sale a la luz.

      Abrazos.

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  8. Fantaseaba con su amistad.
    Qué hermoso relato, me dejó pensando.
    ¿Será que hay barreras que son para cruzarse y otras que no? Como siempre, los textos de otros me llevan a reflexionar sobre mis propias experiencias, no lo puedo evitar (tal parece).
    Un abrazo enorme Taty, y gracias por pasar por mi blog.

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    1. MC, creo que justamente ese es el alcance que deben tener el arte y la literatura: la capacidad de reflejarse en otro ser humano, plantear preguntas y a veces ofrecer una respuesta o, al menos, un espejo.

      Besitos.

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  9. Cada cual en su lugar.

    A veces hay que movernos de lugar...

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  10. Hola Taty, retribuyendo tu visita, he quedado inmensa y gratamente sorprendida, por tu sensibilidad y talento. Que buen encuentro, espero no tan breve y efimero como el de tu tremendo relato!
    Abrazote

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  11. Natalia, no sabes la alegría que me da encontrarte aquí. Y con esas palabras. Gracias :)

    Estoy segura de que comenzamos a leernos regularmente. Un gran abrazo!

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  12. Hay una colección de cuentos cortos de Capote que se llama "Musica para Camaleones" si no lo has leído te lo recomiendo.

    Saludos.

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  13. ...pero lo que me recordó tu cuento más directamente, aunque solamente por el título, es un cuento que se llama "Una Casa de Flores" es tremendo como muchas cosas que escribió Capote.

    Saludos.

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    1. Bea, ya lo voy a buscar, sobre todo después de leerme Una Casa de Flores. Como dices tú, tremendo!

      Gracias por pasar a dejarme las referencias. Besos, muchos!

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  14. Tal vez se miraba en el espejo y la otra no era sino ella misma.


    Saludos niña

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    1. ¡En el clavo!

      Las dos son una y la misma: "no se reconocieron". Una mira desde el pasado, "en la angustia del presentimiento" y la otra mira desde el futuro, "en la vergüenza de la memoria".

      Besitos!

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    2. ¡Vaya! No lo pensé. Pues sí...

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    3. Me pasa, Silvia, que me pongo críptica y luego nada se entiende... :o

      Besitos.

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