He llegado tarde a este encuentro y es casi imperdonable. Carpentier es uno de esos autores que me hace preguntarme para qué escribo yo y qué persigo exactamente con mi actividad, porque lo que es decir las cosas con belleza y contundencia, eso ya está hecho en Los pasos perdidos.
Probablemente hay algo de parcialidad de mi parte: no puedo, desde esta nostalgia, leer sobre la selva, el tepui ni la churuata sin que me tiemble un poco el alma. Viajé, me enredé entre las lianas, hundí las huellas en la tierra blanda, me dejé asombrar y acunar por el paisaje-madre. Sé, sin embargo, que esas tierras y yo somos ajenas la una a la otra, y he aquí donde la historia consigue crearme tensión.
El protagonista llega de la ciudad con una misión en particular, pero viaja ya hastiado de lo que deja atrás. Naturalmente la selva representa la alternativa, la salvación y a ella se aferra, de ella se enamora. La ennoblece. Quiere quedarse. Comienza el proceso de echar raíces y convencerse a sí mismo del fruto de su trabajo, todo ello sin darse cuenta de que es un extranjero en el paisaje. Todos lo ven y lo saben, excepto él. Es desgarradora su ingenuidad.
Hay algo de arquetípico en los personajes de Carpentier: los he visto antes en fotografías sepia y ahora, por primera vez, me han hablado, y lo han hecho con voces que tienen la suavidad de las verdades bien sabidas. Los Yannes, los Adelantados, las Mouches y las Rosarios suceden en la selva como suceden los hijos a sus padres generación tras generación.
Hay también cierta universalidad en algunos planteamientos (más bien preguntas) sobre las civilizaciones antiguas y modernas, cómo se comparan, cuál es el parámetro con que se mide el progreso del hombre, qué validez representan la ciencia, el arte, las teorías y las academias frente a los instintos más primordiales del hombre.
"He llegado a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado (...) Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema."
Hablemos de lirismo.
Para el reto Leyendo a los Clásicos me había apuntado con El reino de este mundo, pero no pude resistirme a un libro ambientado en Venezuela, no sé si se vale :)
Para el reto Leyendo a los Clásicos me había apuntado con El reino de este mundo, pero no pude resistirme a un libro ambientado en Venezuela, no sé si se vale :)