Sólo puedo hablar de mis lecturas en cuanto a las impresiones o asociaciones que me provocan desde un punto de vista estrictamente íntimo y personal. Lo demás se lo dejo a los críticos literarios.
Enmarcado en el vagar de Patti Smith entre cafés a lo largo de su vida, el encanto de Train M es haberme ofrecido dos placeres que no he tenido desde mi vida en una islita remota donde todos se conocen. Uno, es el recordatorio de la sensación de libertad que da ser anónima y sentarse a llenar un papel en blanco en un café cualquiera sin ser perturbada (apenas, con suerte, percibida) en el paisaje urbano. El otro placer es en mi caso más bien parecido al sueño o la memoria de sentarme a tener alguna conversación literaria con alguien, en algún café de alguna ciudad, cosa que confieso me hace pensar vagamente en los años felices del taller de narrativa en Caracas.
Hay algo entrañable en la simplicidad de los relatos de Smith con su tono honesto y sin pretensiones, a pesar de narrar viajes por todo el planeta a cuenta de una conferencia, una entrevista, o una invitación especial en su rol de artista: experiencias a las que no tenemos acceso el común de los mortales.
Smith no narra sus historias con la demarcación ordinaria de un principio y un final en el tiempo o el espacio; tampoco habla en tono de hazaña al estilo veni vidi vinci. Al contrario, cada episodio está contado desde un punto de vista cálido, un poco desprendido del "yo" en sus menciones casuales a referencias culturales contenidas en un libro, un autor, una canción, una película.
Por otra parte, las asociaciones y memorias personales son retazos sueltos con los que es posible comulgar desde la posición de lectores: una servilleta garabateada a toda prisa, una silla colocada en cierto ángulo en el cuarto de un hotel, una tumba, una fotografía. Un aspecto que encuentro particularmente fascinante en cada escrito descansa sobre los hombros del universo onírico de Smith, cosa que me causa cierta envidia: de un tiempo para acá raras veces recuerdo mis sueños, y cuando los recuerdo pocas veces están vestidos de poesía, o no sé cómo hacérselos.
Esa habilidad para evocar pequeños gestos y objetos, y tejerlos con referencias a trabajos reconocibles es lo que hace nacer la identificación y simpatías necesarias para prestar oídos a lo que finalmente no deja de ser un grupo de anécdotas.
Train M tiene algunos pasajes bien logrados, algunos líricos y otros llenos de humor irónico, en general llenos de reflexiones que es posible volver a visitar una de esas tardes en las que uno se para frente a la biblioteca a sacar los libros ya leídos al azar, abriendo las páginas marcadas y encontrándose o no con las propias memorias (un hábito personal). Por lo demás, es un libro algo dulce, difícil de asociar con la música y las letras de Patti Smith, y lo mismo que un café, es disfrutable, puede que incluso memorable, pero eventualmente ya vendrá el próximo.
Después de Train M me propuse abordar "El Maestro y Margarita" que acabo de terminar, y le di una corta visita al universo de Kurosawa hace algunas semanas. A la Smith se le agradecen las referencias.