domingo, 17 de enero de 2016

Geografías

Con la luz del sol
se derriten mis alas
sólo encuentro en la oscuridad
lo que me une
con la ciudad de la furia... *

En el espacio de la memoria —o del deseo— es de noche, y hablamos de Cortázar, Quiroga, Borges (yo confieso con rubor que no lo he leído), y Monterroso, y Benedetti que no me gusta.

—¿Oye, y has leído algo de Roque Dalton?

No; se hace el silencio y no importa. Se está bien bajo el cielo oscuro, en un café a las puertas del museo cerrado. Conjuro versos:

También mi sangre bulle
y río por los ojos 
que han conocido el brote de las lágrimas **

La lengua extranjera de mi hija conjura en cambio el presente; es de día y pasamos un puente sobre el mar. Me habla ella de juegos, animales que hablan, se transforman en otro, y 

—Pero mamá, baja el volumen, así no te puedo contar.

 El reino es otro, la magia es distinta. Yo me entrego sin preguntar. La felicidad no puede andar cogida de la mano con los demonios, no, no, porque entonces ya no es felicidad, o es la felicidad triste de mirar una ciudad desde el balcón y preguntarse si más allá hay otro también contemplando la noche, navegando estrellas. No le busco las cinco patas al gato poético, al que le gusta maullarle desventuras al insomnio. No; la felicidad es otra cosa, tal vez una bestia que duerme, un libro cerrado, un árbol que no sabe de sí. En fin, es de día, y mi hija y yo somos dos aves que se llaman en la selva de sus sueños. Es simple.

* La ciudad de la furia, Gustavo Cerati.

** Como tú, Roque Dalton.