lunes, 20 de junio de 2016

Dientes Blancos, Zadie Smith

Siendo una recién llegada al Primer Mundo yo misma, y a pesar de mi aprehensión —la tensión entre el mundo occidental y el Medio Oriente vía la inmigración en masa a Europa es un tema tan de moda— no pude resistirme a explorar la experiencia de otros, así fuera en la ficción.

La novela se desarrolla principalmente en Inglaterra y toca la vida de tres familias: el inglés Archie tardíamente casado con la joven Clara que proviene de Jamaica; el matrimonio bangladesí de Samad y Alsana; y finalmente la familia inglesa de clase media, los Chalfen.

A través de una delicada red nos es demostrada la compleja naturaleza de la inmigración, tanto en el individuo que llega a un nuevo país (Samad), el que lo estudia como un fenómeno ajeno a sí mismo (Mark Chalfen) y el que lo adopta en su vida sin reservas (Archie). Smith habla de estereotipos raciales y el impacto que causan en la sociedad y en el individuo, exponiendo de cuando en cuando algunas de nuestras falsas creencias, cosa que podría dejar incómodo a más de un lector.

Smith parece afirmar que los conflictos derivados de la inmigración se vuelven más complejos con la llegada de la segunda generación. Son hijos que han nacido y crecido en Inglaterra, pero son todavía percibidos como extranjeros en su entorno. Hijos que en casa tampoco encuentran un lugar definido, puesto que deben responder a la tradición de una tierra que ni siquiera conocen, si bien es la de sus padres. Son hijos confundidos, que vienen de padres que están, décadas más tarde, aún en proceso de integración ellos mismos. ¿Qué hacer con las puertas aparentemente abiertas?

Lo que más me gustó de Dientes Blancos fue el talento brillante de Smith para darle vida a tantos personajes de edades y orígenes tan distintos. Tal vez la prosa no tiene gran lirismo, pero Smith compensa con un humor inteligente y diálogos dinámicos en los que cabe leer entre líneas. Las voces están muy bien logradas (es posible leer el acento con el que hablan algunos de los personajes) y los conflictos internos tienen una credibilidad y una fuerza tremendas.

"Si la religión es el opio del pueblo, la tradición es un analgésico más siniestro aún, por la simple razón de que no parece siniestro en absoluto. Si la religión es una banda de goma, una vena que late y una aguja, la tradición es un coctel mucho más hogareño: un té hecho de semillas de amapola; un chocolate caliente espolvoreado con cocaína; el tipo de cosas que cualquier abuela hubiera preparado en casa. Para Samad, lo mismo que para la gente de Tailandia, la tradición era cultura y la cultura conducía a las raíces, y estos eran principios buenos y puros. Eso no significaba que pudiera vivir bajo tales raíces o crecer de acuerdo a su demanda, pero las raíces eran las raíces, y las raíces eran algo bueno. Nadie conseguiría convencerlo de que la mala hierba tiene raíces también, o que el primer síntoma de un diente flojo es algo podrido, degenerado en lo profundo de las encías. Las raíces eran la salvación, la soga arrojada a los hombres en peligor de ahogarse para Salvar Sus Almas. Y entre más flotaba Samad hacia el mar, atraído a sus profundidades por los cantos de una sirena llamada Poppy Burt-Jones, más determinado se sentía a crear para sus hijos raíces en la orilla, raíces que ninguna tormenta o barca podría arrancar."

Llegué a Zadie Smith a través de varios artículos en Brain Pickings, una página a la que le doy una vuelta de vez en cuando. Aquí están sus diez reglas para escribir (que no sigo, pero la número diez me gusta mucho) y aquí su ensayo sobre los dos tipos de escritores. Todo en inglés.

8 comentarios:

  1. Los únicos decálogos sobre cómo escribir (o sobre cómo no hacerlo) que encuentro útiles son los de Felisberto Hernández y los de Horacio Quiroga, curiosamente ambos uruguayos ellos... ¿por qué será?

    Lo que tengan para decir los demás, son simples remedos de los anteriores. Al menos así los leo.

    Saludos!

    J.

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    1. Ja, a propósito del Decálogo de Quiroga, un facilitador de taller de narrativa hizo mucho hincapié en lo del maestro; el suyo era Chéjov. Yo todavía no me decido.

      Abrazos.

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  2. El fragmento que citas es atractivo. Siempre se disfruta algo de humor y una buena prosa con tensión y personajes bien elaborados.
    No la conozco. Quizá un día la lea.

    Saludos.

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    1. Beatriz, este libro no destaca tanto por la tensión sino por la acuarela que usa para describir a tantos personajes. Fue inteligente Smith en abordar temas espinosos con humor: sólo así se hacen digeribles, creo.

      Besitos.

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  3. el maltrato -muchas veces inhumano- que reciben los inmigrantes por los ciudadanos del nuevo país al que llegan es como un castigo por permitir gobernantes ineptos que hacen inviable el país de origen de todos ellos.
    "¿para qué llegan? si nosotros también tenemos nuestros problemas." -es lo que se dice cada ciudadano cuando los ven. lo otro que les molesta es su forma de vestir, sus ideas, sus costumbres, su religión. muchas cosas.

    lo curioso es que todos somos en cierta manera inmigrantes en nuestros propios países. cuando percibamos que esto es así, las soluciones para una buena armonía con los que llegan, empezarán a aparecer.

    saludos.

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    1. Draco, a mí me parece cuando menos una paradoja todo este discurso de globalización, cuando en la práctica lo que más veo es intolerancia. La globalización parece buena a la hora de ciertos tipos de intercambio, pero el de fronteras como que no viene incluido en el paquete.

      Saludos.

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  4. y mira que, no solo maltratan a los de afuera, en mi pais a los de adentro

    :( parece ya una tradición

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    1. Tantos países tienen muestras: Latinoamérica con sus indios, los Estados Unidos y Canadá con los suyos, Nueva Zelanda y Australia... da mucha pena.

      Besos.

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