martes, 28 de enero de 2014

La tía Clarita


Se decía en la casa, a veces con tristeza, a veces con orgullo, que a Mamá Fina la democracia de este país le había costado tanto la alegría como la cordura. No hablaba exactamente desde el día del derrocamiento y el único momento en que parecía sonreirle la mirada era los sábados, cuando se ponía en el balcón a cambiarle las flores al cesto y a pulir la bicicleta que había sido de su hija, la tía Clarita.

–Clarita –le decía Diego besándola en la asamblea del Frente Estudiantil– sé mía, luz de mi alma, vamos a casarnos, quiero que seas mi honorable esposa y honorable todo, y quiero tenerte... ¡pero ya! A mí este besarte sin tocarte y verte el cuerpo me vuelve loco, Clarita, no es pecado ni es inmoral cuando la gente se quiere, ¿sabes?

Ese noviembre le parecía imposible el discurso de Diego, con lo que sabían que estaba por venir. Temprano en la mañana ya se escuchaba por los pasillos:

—¡Muera la dictadura! ¡Aunque nos cueste la vida!

La fe en la humanidad después de la asamblea era contagiosa. A Clarita le temblaba la mirada, la voz, las manos. El Congreso de Cardiología estaba todavía tomado por los estudiantes denunciando las atrocidades del régimen, la ilegalidad del plebiscito convocado. Los más atrevidos protestaban en Plaza Venezuela.

—Clarita mía —le advirtió Diego entre la multitud del pasillo— vete a casa, esto se va a poner feo aquí; cuando las cosas se calmen te mando noticias con Lucía.

El fervor era una nube pesada, inmensa, difícil de ignorar y todos estaban impregnados: había abrazos, sudor, himnos, banderas, camaradería, besos entre amantes, ganas frenéticas de libertad.

–¡Seguridad Nacional! –gritó una voz comandante entre el batallón de negro.

–¡Nos daremos por muertos, pero no por vencidos! –respondió Diego en otro grito.

Clarita echó a correr con la multitud, en dirección a la bicicleta, cuando sintió una garra en su espalda.

—¡Pero mira la pajarita que me encontré!

El hombre la empujó dentro del aula con tal brutalidad que cayó y su cara quedó a escasos centímetros del piso. Se abalanzó sobre ella, menuda, delicada, Clarita porque todavía no era mujer, y la dominó con la fuerza y la urgencia de su sexo. Luego la sacó al pasillo arrastrándola por los cabellos, el vestido azul estampado con pequeñas flores rojas rasgado; sangre y semen corriéndole por las piernas. Hubo disparos, golpes, empujones, gritos en los que se mezclaban "salvajes", "atropello", "asesinos", "democracia".

Las garras negras de la SN eran eficientes; si en la lucha se les escabullía un estudiante, eran rápidas en reemplazarlo con el próximo al alcance. Clarita, empujada por la furia del instinto de supervivencia, fue una de las que consiguió escapar. Pedaleó con las fuerzas que no tenía, el cuerpo y el ama en trizas, forzosamente ajena al peligro de las armas, la cárcel y la muerte. No lloraba, pero le dolía terriblemente estar viva.

Ajena al estado físico de su hija, furiosa por haber pasado angustias, Mamá Fina la recibió con una sonora bofetada.

—¡En qué estabas pensando! ¡A ver si esta noche rezas y ves la luz, mira que los hijos ingratos que preocupan a sus madres se van derechito al infierno!

La tía apenas bajó la mirada, pero temerosa de Dios, Mamá Fina y la SN, no dijo nada de lo ocurrido.

La navidad de ese año fue miserable, no sólo por la falsa victoria del gobierno tras el plebiscito, sino porque Clarita había descubierto su embarazo. Ahora tomaba más riesgos que nunca y se iba en la bicicleta a menudo, a repartir volantes de la junta y mensajes clandestinos entre activistas, conciliados en el doble fondo de la cesta, bajo el ramo de flores. Usaba el disfraz de coqueta para regalar alguna si un oficial la interrogaba en el camino. A diferencia de aquel día en noviembre, le importaba poco si en ello se le iba la vida.

A principios de enero se le acabó el juego: Mamá Fina había descubierto sus escapes y había decidido encerrarla bajo llave y sin visitas. La tía no tenía manera de saberlo, pero por las calles corrían, incendiarias, cientos de mechas de bombas molotov, hechas de los jirones de su vestido azul y algunos otros: hubiera sonreído al saber que sus flores iban haciendo la guerra. A Clarita y a Venezuela les sobraron días de tumulto interno para decidir sus destinos, hasta la madrugada del 23 de enero de 1958, en que ambas habían sido liberadas.

A diferencia del país, Clarita no podía superar la desgracia que llevaba en el vientre. No se volcó a las calles a celebrar; ni siquiera pensó en Diego, sino que se fue en bicicleta hasta la Iglesia de Santa Teresa, con el cesto lleno de flores. La multitud agradecida a Dios era tal que no alcanzó a llegar al altar de la virgen, así que volvió a casa con su carga y la dejó allí sin más: una ofrenda informal de perdón. La tía Clarita, callada como siempre, se quitó la vida esa misma tarde y ya desde entonces Mamá Fina no ha vuelto a hablar.

*

Este ha sido mi ejercicio para el blog Adictos a la Escritura. La idea del mes es utilizar la imagen dada e incluirla en el género determinado por el equipo del blog, en este caso histórico.

miércoles, 22 de enero de 2014

enero

enero y
ya no somos los mismos
el ave del tiempo nos deja surcos
en la cara el alma y la esperanza
llenos de semillas inciertas
nos corona con sabias guirnaldas
que se harán locura
nos besa las sienes
las heridas viejas
las memorias de infancia
los árboles cortados.

el tiempo un pájaro
el canto de la sirena
hermoso y falso
consigue conmovernos
atraernos dulcemente a la muerte
nos abandona en su orilla
y ni siquiera es posible
tomarlo entre los dedos
acariciarle las alas.

lunes, 13 de enero de 2014

Noche y Día, Virginia Woolf

 En esta novela hay poco de la elaborada prosa de Virginia Woolf y tal vez poco de la rica vida interior de personajes como Mrs. Dalloway, Orlando o Mrs. Ramsay. Creo, sin embargo, que Noche y Día presenta dos platos fuertes.

Primero, la cantidad de voces en la historia hace posible a la vez un esbozo y un debate inteligente sobre la institución del matrimonio, las convenciones sociales y la división de clases en Inglaterra y los incipientes derechos femeninos entonces. Funciona como documento histórico y más aún si se toma en cuenta que es un texto inspirado por la propia familia de Woolf y algunos episodios de su vida.

Segundo, el tema literario está siempre presente a lo largo de la novela: la protagonista Katharine Hilbery es la nieta del laureado poeta Alardyce y sus dos pretendientes están vinculados al mundo de la escritura. No sólo abundan las citas, la historia, las teorías, las metáforas y anécdotas, sino que la literatura está incorporada a la vida de los personajes, que son capaces de encontrar en sus propias circunstancias referencias a Shakespeare, Keats y otros. Sueño de una noche de verano aparece mencionada varias veces (sobre todo a medida que las relaciones se complican) y creo que no es al azar: se presta a un velado paralelo. Disfruté mucho este aspecto de Noche y Día.

La trama es simple y a mitad del libro se hace predecible. Tal vez se alarga un poco (la misma Virginia decía que no creería que ser humano alguno pudiera terminar la novela), pero hay momentos de humor oportunos que hacen la lectura entretenida.

La figura solitaria e independiente de Mary Datchet y sus ideas de izquierda llamaron mi atención particularmente y me quedé con ganas de verla más desarrollada, con su convicción asentada genuinamente en sí misma y no sobre las bases de un mal de amor.

Creo que Noche y Día es un abreboca delicioso a los escritos más maduros de Woolf (de los que ya he probado algo) y de aquí en adelante he decidido leer las obras que me quedan de ella en orden cronológico: estoy segura de que valdrá la pena la espera antes de poder llegar a leer, entender y hacerme mejor juicio sobre Las Olas, a pesar de que me muero de ganas de ir por ella ya.

domingo, 5 de enero de 2014

Propuestas para lecturas 2014

Este año me estreno en el asunto de los retos, y comienzo con dos que he encontrado y me han gustado:


El primero, Escritoras Únicas, está lanzado por tres blogs en conjunto. Cada blog ha presentado una lista de autoras, entre las cuales se debe elegir al menos un libro. Yo, como soy asidua lectora de literatura femenina y tenía a unas cuantas de estas escritoras pendientes por leer, he querido participar.

Del blog Lo que leo lo cuento estoy interesada en Charlotte Brontë (Jane Eyre) y George Sand (Lelia).
Del blog Cazando Estrellas elijo a Virginia Woolf (Noche y Día) y Gertrude Stein.
Del blog Cuentalibros me quedo con Doris Lessing (El Cuaderno Dorado) y Unica Zürn (Primavera Sombría).

En cualquiera de los tres blogs se pueden encontrar las reglas exactas del reto. A final de año cada blog sortea un libro y se gana un punto por cada libro comentado.

http://serendipia-monica.blogspot.com/2013/12/reto-serendipia-recomienda-2014.html

El segundo reto es Serendipia Recomienda, en el que cada participante debe recomendar, en la primera fase, tres libros que se hayan leído, con la condición de que sean poco conocidos. En la segunda fase, abierta hasta finales de enero, se debe elegir tres títulos propuestos por los demás participantes. Los libros se van comentando a medida que se va leyendo a lo largo del año. Para la primera fase mis propuestas son:

Cartas de un viajero, de George Sand (ya que estamos con ella). Epistolar. Es un canto a la naturaleza, a las amistades y es testimonio de un profundo amor a la vida. Esta escritora tiene una prosa muy rica y a veces me asombra lo poco mencionada que es, sobre todo cuando se habla de precursoras de la literatura femenina.

Mi vida, de Isadora Duncan. Autobiografía. No, ella no es la primera que viene a la mente cuando se piensa en literatura, así que me imagino que no es un libro muy popular. Está escrito a corazón abierto, con la pasión y la honestidad que caracterizó a la bailarina. Está lleno de observaciones un tanto irónicas (y divertidas) de las relaciones entre hombre y mujer.

Memorias de Mamá Blanca, de Teresa de la Parra. Novela. Esta escritora venezolana es más conocida por su entonces escandalosa Ifigenia, pero las Memorias... son un canto divertido, tiernísimo y con cierto sabor colonial sobre la infancia de las niñitas de Piedra Azul.

Para la segunda fase he elegido leer:

El barón rampante, de Italo Calvino (a este autor lo tenía pendiente después de su ensayo sobre los clásicos). Lo recomendó Mork del blog The Secret Garden.

La puerta, de Magda Szabó (ya estaba en mi lista de lecturas para este año). Recomendado por Marilú de Cuentalibros.

El niño perdido, de Thomas Wolfe. No conozco sus trabajos, pero he escuchado bastante sobre él; es hora para mí. Lo recomendó Ana de Lo que leo lo cuento.

sábado, 4 de enero de 2014

ha desertado

ha desertado de mí la noche
me queda sólo el día
a día
la falta de palabra con los fantasmas

dónde queda el ardor
la fiebre de las preguntas
el delirio
la profecía
la verdad instantánea de los sueños

a veces me visita la lluvia
atisbo y espero

nada
arco iris, pájaros agradecidos
la muerte indiferente
es inevitable