miércoles, 30 de octubre de 2013

Amelia, por Dios

-Amelia, por Dios, manda a botar eso, ¡qué cosa tan desagradable!

"Eso" era un pequeño pájaro muerto en el suelo; "botarlo" quería decir echarlo al monte, fuera de la cerca, lejos de los perros.

La niña estaba acostumbrada a la voz de mandato del padre, donde no había pero posible. Midió los pasos a dar. Adentro de la cerca estaban la casa y el cobertizo, los sirvientes, los obreros, el jardín de la madre, los vestidos blancos, los buenos modales: un universo perfecto, seguro, inalcanzable para la muerte y los dedos sucios de la infancia.

Más allá estaba el misterio del monte solo, los animales y los hombres sin dueño; el peligro de la libertad impensable para una niña de su lustre; el reto de burlar la autoridad del padre y el propio miedo a la noche. Tendría que apurarse si quería volver antes de la puesta de sol.

Amelia caminó con lo que quedaba del pájaro en sus pequeñas manos. Así, inmóvil al atardecer, parecía extraordinariamente frágil con las patas encogidas, agarradas del aire. El milagro de sus alas se había traducido en un amasijo de forma extraña, aglutinada con sangre. Era blando y muy leve y muy triste, el cuerpo sin su vuelo.

A la niña no le tomó mucho tiempo encontrar un recodo del camino. Cavó un hueco no muy hondo con las manos y allí puso al pájaro. Le pareció curiosa su expresión con el pico abierto, como si quisiera contarle los secretos de su nido, su cielo, sus orugas. Amelia lo cubrió con tierra y piedras, temerosa de mirarlo a los ojos, y corrió, huyendo de su fantasma.

La cena pasó sin novedades, sin regaños por las manos y la ropa sucias, pero a la hora de dormir Amelia lloró en los brazos de la madre. Hubo abrazos, cuentos de hadas, besos en la frente, palabras de consuelo, "ha sido un gesto noble", luces apagadas a su hora.

Amelia, sin embargo, deliraba y no podía dormirse. Contemplaba la silueta de la ventana, con ganas de mirar más allá de la cerca, sin atreverse a desafiar la oscuridad. Sólo entonces sonrió. Había sido un gesto noble y a nadie se le había ocurrido preguntarle cómo había matado al pájaro, por qué.

*

Este ha sido mi ejercicio de este mes para el blog Adictos a la Escritura. El tema, horror.

domingo, 27 de octubre de 2013

jueves, 24 de octubre de 2013

He, sí,

sucumbido al canto de la sirena.

Y este viernes me pondré algún vestido, tal vez nuevo, tal vez azul. El collar rojo está casi fuera de duda.

La celebración ajena está en movimiento: un pequeño Caballo de Troya, arrastrado por una docena de manos que prepara cerdos asados bajo tierra, barriles de cerveza, tortas de queso bañadas de cereza, otros manjares.

Me reiré con las palabras cuando las entienda.

Y cumpliré con el ritual de contar las lunas, de saber la hora exacta de las mareas. Habrá niños en un mundo que es este y es otro también; habrá un desfile interminable de peces y habrá vientres tibios, concebidos con permiso de la historia.

Habrá una perra enorme que se quedará dormida después de devorar las sobras.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Reconocimiento

M.C. del blog And I'm calling your name, I don't know my own me ha dejado acá un premio bloguero, con la idea de dar a conocer a los que visitamos. Esto es lo que hay que hacer:
-Nombrar y agradecer el reconocimiento de las personas que te hayan nominado.
-Hacerte seguidor del blog que te ha concedido el premio.
-Responder las 11 preguntas que hizo la persona que te nominó.
-Conceder el premio a 11 blogs que se merecen ser conocidos (todos con menos de 100 seguidores).
-Crear 11 nuevas preguntas para tus nominados.
-Informar del premio a cada propietario del blog que hayas nominado. 

Estas son mis 11 respuestas:

1. Cuando terminas de leer ¿pasas inmediatamente a otro libro o dejas que se asiente el que terminaste?
Normalmente dejo un par de días entre un libro y otro; me gusta que se queden un rato en mi cabeza. Si no hago esto, los olvido.

2. ¿Qué prefieres: libro en papel, libro virtual, blogs, todos?
A medida que me voy mudando reconozco mejor el valor de los e-books, pero los libros de papel tienen un encanto al que mi romanticismo no puede renunciar.

3. ¿Eres de buscar autores desconocidos?
Tiendo mucho más a leer clásicos; me aventuro con escritores contemporáneos sólo cuando encuentro buenas y bastantes reseñas. Si el autor me gusta con el primer libro, entonces voy por los otros.

4. ¿Leer o escribir?
Para mí los dos van de la mano.

5. ¿Algún personaje o libro que te haya marcado o no puedas olvidar?
Ifigenia, de Teresa de la Parra. Lo leí a los doce años y desde entonces escribo. Pasa el tiempo y todavía de vez en cuando lo visito. La prosa es una delicia y la temática del libro, otra.

6. ¿Te gusta comentar con otra persona sobre tus lecturas?
Me encanta, pero mis amistades se han ido desperdigando. Por eso blogueo.

7. ¿Lees en voz alta?
Sólo para mi hija.
8. ¿Te gusta compartir el momento y el lugar con otro mientras lees / escribes o prefieres hacerlo en privado?
Para leer no me importa; para escribir necesito soledad.

9. Tu lugar favorito para leer / escribir.
Mi cama.

10. Tu momento del día para leer / escribir.
De noche.

11. ¿Tu escritor/a o personaje favorito?
Teresa de la Parra, Fyodor Dostoievsky, Julio Cortázar, Jane Austen, Gabriel García Márquez, José Saramago... De momento tengo un romance con Virginia Woolf: estoy fascinada con la belleza y la inteligencia de su prosa, tanto en narrativa como en ensayo.

Como las preguntas me han gustado, las paso. Estos son algunos de mis blogs favoritos y por eso los nombro; no son once y algunos tienen más de cien seguidores pero es que las matemáticas no me dan. Los que quieran pueden saltar al asunto y los que no, se les lee y se les sigue igual :)

Saludos M.C., gracias por el premio!

lunes, 21 de octubre de 2013

Caín, José Saramago

José Saramago es uno de mis escritores favoritos por su sentido del humor y por sus críticas a la sociedad y la religión. Su estilo narrativo es muy dinámico y le da al lector libertad de leer los diálogos con tono propio, al escribirlos sólo separados con comas, y sin mayor explicación sobre los gestos o el ánimo de los que hablan (algo que otros autores han tratado de lograr con menor éxito).

Caín se me hizo una lectura muy natural después de El Evangelio según Jesucristo, que leí hace un buen tiempo. Lo del personaje de Caín viajando en el tiempo se me hizo un poco traído de los pelos como argumento, pero no se me ocurriría otro modo de justificar colocarlo en los diferentes episodios bíblicos que le permiten observar y sacar sus propias conclusiones. Los diálogos con Dios son realmente divertidos y un poco atrevidos; me reí con una malicia que me hizo sentir los cuernitos saliendo de la cabeza y recordé por qué es que ando peleada con la religión (el problema de la fe, me parece, es que es inherente a la condición humana y en tanto es irrenunciable, pero ése es otro post).

Cada libro que he leído de Saramago ha sido un disfrute: El Evangelio.., Todos los Nombres, los dos ensayos y ahora Caín. Los recomiendo todos y seguiré explorando. De momento estoy curiosa por su poesía.

Tuve la inmensa suerte de asistir a una conferencia que dictó en Venezuela hace unos años. Bajo la magia de su palabra ideas con las que no comulgo del todo parecieron cobrar sentido entonces. Éste era el calibre de su inteligencia.

En una nota más trivial, tuve también la suerte de que me firmara "Tods los Nombres", uno de los libros que tengo en la esquina de la biblioteca bajo la etiqueta "salvar en caso de incendio" :)

jueves, 17 de octubre de 2013

borrador

la fina línea que me separa
hecha de agua
se llama nombre
y ciertamente es silencio
mi reclamo sobre este filo
en el que otros caminan

la vaguedad dormida en la tierra
cuando abre vientre y venas
a la oración del exiliado
se llama también silencio
es el acertijo
mi memoria en otros

este exacto momento
su límite con mi cuerpo
hacen el aire de mí misma
impronunciable
y los gestos debajo de la mesa
son de otros el silencio
que me define

es dura la tarea
mantener el nervio de la mirada
en equilibrio con las piedras
mantener el calor del pecho
frente al fuego de otros
que como el mío
no acaba de arder

viernes, 11 de octubre de 2013

La Campana de Cristal, Sylvia Plath

 A raíz de leer el blog de Silvia Parque, comencé a indagar en la obra de Sylvia Plath. He leído suficientes poemas en la red como para decidir comprar una recopilación (que aún no llega en el correo). Mientras tanto, me terminé The Bell Jar (La Campana de Cristal). No es una lectura fácil. Esto no es "Girl, Interrupted", con frágiles y bellas Angelina Jolies o Wynona Riders haciendo de la locura un asunto atractivo para adolescente melodramáticas.

Hay una división bastante clara entre la primera mitad del libro (antes del asilo) y la segunda mitad (en el asilo). La primera parte es rica en contrastes: la intensa actividad social y los beneficios banales que trae el trabajo de Esther en una revista femenina sirven de telón de fondo para ilustrar su tremenda apatía, el comportamiento autodestructivo y la fragilidad de nervios que eventualmente la arrastrarán al vendaval. En esta primera parte se puede ver mucho de Plath la poetisa: la narración está salpicada de hermosas imágenes aquí y allá. También hay mucho de Plath la feminista; sin embargo el buen humor con que aborda el tema la separa del tono de queja en otras feministas y hace la lectura amena.

Entonces uno llega a la cuestión del asilo. Aquí el ambiente se hace terriblemente opresivo y uno tiene la impresión de estar leyendo un libro completamente distinto. Probablemente la razón por la que uno continúa es, otra vez, la cantidad de imágenes que Sylvia va dejando:

"I took a deep breath and listened to the old brag of my heart. I am. I am. I am."

Mis circunstancias personales me hacen sentir mucha simpatía por la madre de Plath porque, siendo un libro autobiográfico, no sale muy bien parada la pobre. Se entiende la insistencia de Sylvia de no querer hacer el libro público en Estados Unidos y se entienden las cartas de respuesta que publicaría la madre más tarde.

No lo recomendaría para los que están pasando por una crisis personal o para adolescentes impresionables. Para los que tengan el ánimo, es un libro de narrativa simple y directa, mezclada con algo de ironía y salpicada con líneas dignas de citas. Imprescindible para los que disfrutan del trabajo poético de Sylvia Plath.

lunes, 7 de octubre de 2013

Es una estación

triste en la isla. La lluvia insiste, el viento insiste. Desde la ventana no hay azul; sólo palmeras despeinadas, cansadas del trajín de la noche. Hay que cerrar puertas y ventanas, no dejar volar papeles, flores, pensamientos.

La casa está oscura. Las esquinas llenas de polvo cobran vida, hablan, exigen. Hay que hacer, mantener el ocio a raya: a leer y escribir, a coser y pintar, a abrir cajones olvidados: aquí salen cintas y encajes; allá fotos con algo de moho, hay que renovar sonrisas, devolverle el brillo a las luces, encontrar detalles antes desapercibidos.

En la cocina se pone café y se aprovecha para recoger esto y aquello, arreglar aquello y lo otro, desempolvarlo todo. Uno esturnuda y piensa en un pañuelo blanco, una casa colonial, niñas frágiles y adoradas que morían de fiebre en otros tiempos. Se enciende el horno y se espera.

El viento se cuela por las rendijas y trae desasosiego, palpitaciones, urgencia no se sabe de qué. Pienso en mamá y sus cuentos de infancia: los pies descalzos, el escándalo de la lluvia en el techo de zinc, el baúl abierto con sus sedas, el misterio de las esmeraldas desaparecidas poco antes que la abuela. Pienso en la tía Graciela —sin dejar de hacer— y me pregunto qué será de aquella foto: un niño sentado en la pierna derecha, el otro de pie, abrazado a la pierna izquierda, cestas de mimbre en el piso.

Lo mismo que la nostalgia, mis manos han ido incesantes, libres, casi sin notarlas y ahora el olor del pan horneado cubre la casa y me llama de regreso a la calma: es un bálsamo, una cobija, un beso en la frente que me hace sentir profundamente atada a la vida.

viernes, 4 de octubre de 2013

Fiesta en el Jardín, Katherine Mansfield

 ¡Qué delicia de lectura!

Compré este libro en una tienda de segunda mano, a la carrera (unos minutos antes de regresar al trabajo, dos semanas antes de mudarme de país), sin conocer a la autora, y lo eché en una de las cajas, "para leer en algún momento". Ahí se quedó. Meses después lo encontré citado no una, sino docenas de veces por Simone de Beauvoir en una de mis mejores lecturas del año. Por supuesto, al terminar El Segundo Sexo, leí a Mansfield.

Fiesta en el Jardín es un conjunto de cuentos que tiene una temática central: la familia. La mayoría de los relatos están escritos desde el punto de vista femenino, y las voces pertenecen a mujeres de distinta edad y clase social, cuyo punto en común parece ser la tragedia de existir tan sólo en relación al hombre. Son hijas, prometidas, esposas, viudas, solteronas; jamás parecen ser simplemente una mujer determinada, con derecho propio. Desde el punto de vista histórico, el texto tiene el mérito de dejar constancia de la sitiuación femenina entonces y se entiende el por qué de las citas.

Como ficción, el libro es un verdadero disfrute. Le daría una segunda, tercera lectura. Lo guardaría para dar a mi hija cuando tenga edad (¡y cómo espero ese momento!) Mansfield tiene una mezcla particular de pasajes líricos con situaciones pintadas a grandes rasgos, experimentando con el uso del lenguaje y la puntuación, algo que no he visto en otros escritores de la época. Sus tragedias resultan conmovedoras, dado el tono casual, cotidiano con que las cuenta: es como si los personajes no tuvieran la menor idea de la inercia social y mental en la que viven. Mansfield tiene a menudo un sentido del humor cruel (y se agradece, porque la sátira ayuda a atenuar el peso de leer la miseria moral de estas mujeres) y la ironía y la protesta están presentes en aquello que no está dicho. Es una pena que no alcanzó a escribir más.

miércoles, 2 de octubre de 2013

No 124

la grieta
mira desde lejos, casi en silencio

como un gato que aplastara su sombra contra la esquina
como esa calle de la que alguien ha olvidado el nombre

es insistente
cae
trepa
se queja de vez en cuando

yo me quedo bajo techo
enciendo voces
apago nostalgias

luego vienen las páginas de los otros
la mía en blanco

aves que gritan la muerte de la noche

este misterio

el amante que transpira

el desierto escondido